Si Manuel Chaves hubiera puesto en acabar con los ERES fraudulentos la décima parte de energía que puso en abroncar autoritariamente a la compañera de su partido que se solidarizaba en el Congreso con las protestas de los estafados por las Participaciones Preferentes, el daño de ese episodio de corrupción a la sociedad andaluza habría sido mínimo. Pero no puso esa energía, ni esa resolución, ni esa autoridad contra el saqueo continuado de los ERES, y sí el otro día, en cambio, para silenciar la voz de su partido cuando, aunque tarde, ha entendido al fin que la macro-estafa institucional de las preferentes representa el mayor ultraje recibido en los últimos 30 años por el pueblo español, al que el Gobierno pretende sustraer el fruto de su trabajo, que no otra cosa es la requisa de los ahorros de tantos de sus hijos para entregárselo a los bancos que les estafaron precisamente.
La macro-estafa institucional de las preferentes representa el mayor ultraje recibido en los últimos 30 años
El mismo día en que se desveló el documento «reservado» de la Comisión Nacional del Mercado de Valores según el cual Caja Madrid, Bancaja y Bankia conculcaron la legalidad con sus preferentes, añadiendo la falsificación de su precio a su naturaleza tóxica y a su fraudulenta comercialización a minoristas, el ministro De Guindos, el que con su Memorial de Entendimiento con los prestamistas internacionales (MOU) pretende la confiscación de los bienes de las víctimas del monumental ilícito, acudía al Congreso para marear otro poco la perdiz del asunto con tal de no devolver lo que, por Justicia y ya también para no seguir atizando el incendio social que su Gobierno ha provocado, va a tener que devolver por la sencilla razón de que no es suyo, ni del Estado, ni de Bankia, ni de NovaGalicia, ni de los bancos alemanes, sino propiedad inviolable de los jubilados, de los albañiles, de los parados, de las víctimas del 11-M, de los periodistas, de los invidentes, de los electricistas, de los jueces, de los ferroviarios, de los camioneros, de los agricultores o de los músicos que cometieron el imperdonable error de depositar sus ahorros en sus Cajas de toda la vida.
En el Congreso, supuesto ágora de la representación popular, se escuchó el jueves, por primera vez, la voz airada, desamparada, de las víctimas de las preferentes, que poco tardaron en ser expulsadas por un presidente que ese día, por cierto, se hinchó también a silenciar, como Chaves, toda voz y todo idioma que no entonaran el triste canto de la sumisión.
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Rafael Torres