Estamos en plena veda electoral, previa al día de la elección y no se puede hablar de encuestas, dice el CNE. Pero nadie impide hablar de matemáticas, digo yo. El análisis inteligente de la data electoral viene siendo cada vez más importante en la prognosis electoral. El hoy muy conocido bloguero norteamericano Nate Silver se hizo famoso precisamente por atinar, mejor que nadie los resultados de las recientes elecciones norteamericanas basado principalmente en un análisis numérico de los patrones electorales históricos. Leía también encuestas Nate Silver, sin duda, pero no era eso lo más importante. En la elección venezolana de este domingo el análisis cuantitativo es incluso más importante que lo que dicen las encuestas…
Las matemáticas nos dicen varias cosas interesantes… En primer lugar que el tope electoral histórico de Chávez fueron los 8,2 millones de votos que obtuvo el pasado mes de octubre. También fueron récord histórico de la Unidad los 6.7 millones de votos que obtuvo Capriles en aquella elección, con un 80% de participación nacional, otro récord histórico en términos de participación electoral.
Hasta un 30% del chavismo rechaza a Maduro
En general los niveles de participación electoral vienen dados por la importancia que se le conceda a cada elección en particular y por los niveles de competitividad de la contienda. Ambas variables son muy altas en este proceso de mañana, por lo que cabría esperar una alta participación, superior a la histórica para procesos presidenciales, aunque probablemente inferior a la obtenida en octubre. Digamos un 75%.
El análisis del comportamiento electoral de los últimos procesos electorales nacionales muestra un crecimiento constante de la oposición, que suele crecer en términos absolutos tras cada proceso, contrastando con un comportamiento un tanto más errático del chavismo, que se muestra muy activo sólo en los procesos electorales en los que Chávez mismo es el protagonista estelar, y se desmotiva al voto cuando no lo es (procesos regionales y parlamentarias). A partir de 2006 la Unidad Democrática en cada proceso vino creciendo en votos absolutos, hasta llegar a esos 6,7 mm del pasado octubre.
Una obviedad que distingue este proceso electoral es que el chavismo no es lo mismo que el madurismo. Eso es lo que definirá el resultado final este domingo. Hasta un 30% del chavismo rechaza a Maduro. ¿Cómo terminarán votando? Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero eso hará la diferencia… La clave del domingo estará en cómo se comporte el chavismo no madurista. Ese elector chavista que no coincide con Maduro tiene tres opciones: quedarse en casa y engrosar la cifra de abstencionistas, cruzar la acera y votar por Henrique Capriles, o taparse la nariz y votar disciplinadamente por Maduro.
Esta contienda ha sido muy breve como para explorar a profundidad al elector chavista-no-madurista, pero puede especularse. Si todo ese 30% de chavistas no maduristas, unos 2.4 milones de electores, se abstuvieran, Maduro obtendría 5.8 millones de votos (o aproximadamente lo que obtuvieron los candidatos chavistas en las regionales 2008). Ese sería el escenario catastrófico para Maduro. Pero no va a ocurrir.
Lo más probable es que la mitad de esos chavistas-no-maduristas concurran a las urnas, algunos ayudados y acarreados por la «operación remolque» que tan efectivamente actuó el pasado octubre. En esa ocasión, la denominada operación remolque tuvo una capacidad logística de movilización de alrededor de 1,2 mm de electores. Estimo sigue siendo ése su optimo movilizador. El oficialismo ha perdido entusiasmo, pero las capacidades organizativas y de movilización se mantienen fuertes y bien engrasadas desde las arcas del petro-estado. Resulta particularmente clave para el oficialismo este domingo que su operación remolque funcione a la perfección. Esto pone a Maduro en una votación óptima y probable de alrededor de 7 millones de votos.
Lo más probable es que la mitad de esos chavistas-no-maduristas concurran a las urnas
El votante opositor suele ser más automotivado y cohesionado que el votante chavista, por ello más predecible. Para este proceso el elector de la Unidad está muy motivado por lo que su piso debería ser parecido a esos 6,7 millones de votos del pasado Octubre.
Y así llegamos a un primer escenario: Maduro 7 vs Capriles 6,7. Es decir Maduro (51%) ganando por apenas 300.000 votos a Capriles (49%), con una participación total de 13.7 mm aproximada a los niveles históricos de abstención en presidenciales del 27%
¿Puede crecer el voto opositor y llegar más allá de los 6.7 millones de electores? Probablemente sí, justamente a partir de ese votante chavista-no-madurista Estimo que la mitad del chavismo-no-madurista, cerca de un millón doscientos mil votantes, se repartirán entre quienes se quedan en casa y quienes se cambian de acera. Creo que la mayoría de ellos desistirán de ir a votar sin animarse del todo a cruzar la acera.
Pero si ese elector cuyo verbatim es «dame el volante de Capriles; soy chavista, pero no voy a votar por Maduro. Le voy a dar el chance al flaco» alcanza 600 mil electores, o sea apenas al 7% del elector chavista, llegaríamos al segundo escenario con Capriles ganando con 7,3 millones de votos (51%), contra los 7 millones de Maduro (49%), para una participación electoral más realista del orden del 76%.
He aquí los dos escenarios más probables a mi juicio. En ambos la ventaja del ganador será estrecha y pondrá a prueba el talante democrático de la sociedad venezolana y su gobernabilidad. Así que no hacen falta las encuestas… Simplemente, como diría Nate silver, «do the math». Hasta aquí los datos matemáticos de la elección de mañana. La tarea, empero, es lo más importante, y le toca hacerla al elector: ¡VOTAR!
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