Acertó Juan Ramón Jiménez al atreverse a decir que escribía para la inmensa minoría, desde aquel entonces hasta hoy los libros siguen siendo un objeto de culto; otra cosa es escribir. En España no lee casi nadie pero sí que escribe cualquiera y eso es incompatible con la cultura porque hacemos de los libros un espectáculo televisado, aquí no hay cocinero, ni ex gran hermano que no tenga libro para firmar, aquí hacemos reportajes de autoras con glamour y nos olvidamos de su estilo (literario), aquí se ha publicado la biografía de Casillas cuándo no había llegado a los veinte años.
Escribir libros es un acto heroico del que le queda al autor una mínima parte en concepto de derechos, pero mucho más le queda a la editorial o al distribuidor, luego uno escribe para hacer ricos a otros y asume con total naturalidad que la Literatura puede que os haga libres pero antes os hará pobres. La relación hoja escrita/salario de escritor no llega ni al mínimo interprofesional, por lo tanto los autores son unos valientes que desdeñan el oro.
Los autores deberíamos ir casa por casa de los lectores para darles un abrazo y agradecer el esfuerzo de buscar un libro
Una vez al año conmemoramos la muerte de Cervantes y acudimos a la lectura de «El Quijote» que es libro de libros. Bien está festejar el día del libro pero antes tendríamos que celebrar por todo lo alto el día del lector. A pesar del incremento del IVA, a pesar de que cada vez son mas las librerías que tienen que cerrar, encontrarse con un lector es una alegría inmensa. Los autores deberíamos ir casa por casa de los lectores para darles un abrazo y agradecer el esfuerzo de buscar un libro y tener la valentía de llevarlo abierto en el autobús cuando la mayoría escucha la radio o juega con el móvil. De nuevo ese concepto de «mayoría» de Juan Ramón y la sensación de vacío que conlleva la soledad de escribir a la luz de un quinqué aunque las lámparas sean con bombilla halógena. La verdadera fiesta es cuando lo escrito es devuelto a la vida por los ojos de un lector, ahí rejuvenecen las musas.
Bendito sea el lector que se atreve a adaptar a Cervantes a los tiempos modernos y se compra un libro electrónico para seguir a sus autores favoritos. Entre tanta burricie que nos cerca y nos llena la cabeza de mensajes prescindibles hay que leer aunque sea en defensa propia: los niños para crecer mas sanos, los jóvenes para llenarse de aventuras y los más veteranos para no perder la ilusión juvenil y estar en lo cierto porque leer y vivir son la misma cosa.
Detrás de los libros de consumo inmediato que anuncian famosos en la televisión hay estanterías llenas de excelente literatura, solo acercarse a esos libros es un acto de extrema libertad sumamente recomendable.
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Rafael Martínez Simancas