Unir las luchas. Ese ha sido durante muchos años de conflictividad social y de busqueda de una transformación global de la sociedad, mediante un fuerte e intenso proceso político, la reclamación de las organizaciones políticas, sociales y de sindicales. Y pocas veces se ha conseguido. Unas veces la contradicción aparece entre los intereses tácticos de los protagonistas, otras porque determinadas reivindicaciones laborales o económicas difícilmente llegan a adquirir la dimensión necesaria para dar el salto cualitativo del que ya se hablaba hace más de un siglo.
Y la verdad es que en esas estamos. El nivel de respuesta social a la política del gobierno hacía años, muchos años, que no adquiría una intensidad como la actual, y no es menos verdad que al mismo tiempo es cada vez más visible la naturaleza política de las decisiones que se toman ante los ojos de quienes salen a la calle a demandar asuntos particulares de su sector.
El nivel de respuesta social a la política del gobierno hacía años que no adquiría una intensidad como la actual
Por tanto, ¿se dan las condiciones para un verdadero cambio político? ¿será capaz de demandarlo una sociedad que despierta de su anestesiamiento de años? ¿Es posible que al fin se den las circunstancias que faciliten una asunción de conciencia más allá de la resolución de problemas particulares?
Si los protagonistas de la conflictividad no establecen herramientas transformadoras de la realidad, esta última se terminará recomponiendo tal y como ha ocurrido siempre. Pero la cuestión también es si las plataformas sociales que hoy por hoy representan la voluntad más contestataria de la realidad que se vive están dispuestas a dar el salto de cualificar dando estado político a la cuestión económica y social.
El problema, por ejemplo, no es si se ahorra más de una u otra manera, sino si la educación gratuita, universal y de calidad es un bien indivisible que no se puede someter folclóricamente a los criterios de reducción del déficit porque su valor social está por encima de ellos. La cuestión es, por ejemplo, que no se trata de buscar el ahorro económico en la gestión hospitalaria con unas cuentas alternativas a las del gobierno regional, sino que se trata de articular la defensa integral de un modelo que pudiendo ser, por qué no, más eficiente, nunca puede ser menos eficaz en su definición de igualdad y universalidad para todos los ciudadanos.
Al final, si se cree en los principios y en los valores, los problemas de las cuentas y de los compromisos institucionales con los mercados financieros, se convierten en los obstáculos que hay que saltar para defender el modelo de sociedad que asegura la correcta prestación de los servicios sin temor de nuevos ataques especulativos. Al final, pues, todo esto es política y todo ello depende del verdadero cambio social que la política haga. Estamos atentos a ver como evoluciona todo esto.
Rafa García-Rico – en Twitter @RafaGRico – Estrella Digital
Rafael García Rico