Primero fue Alfredo Pérez Rubalcaba quien pidió la dimisión del presidente del Gobierno. Sostenía el líder de la oposición que no se puede gobernar pendiente cada mañana de lo que Bárcenas pudiera soltar por esa boca. Antes de ayer, jueves y coincidiendo con la dramática cifra de paro, fue Cayo Lara, máximo responsable de Izquierda Unida quien se sumó a pedir la dimisión de Rajoy.
Ser hoy Presidente del Gobierno debe ser una losa difícil de llevar
El Presidente del Gobierno ha hecho suyas las propias palabras de Rubalcaba: también su «contrato» es para cuatro años y si algo no se le pasa por la cabeza al jefe del ejecutivo es dimitir de su cargo, aunque viendo la realidad no creo que haya muchos ciudadanos que le envidien. Ser hoy Presidente del Gobierno debe ser una losa difícil de llevar.
Es bien legítimo pedir dimisiones, pero no deja de sorprender que lo que se pida sea la dimisión y no elecciones anticipadas. En el supuesto inimaginable que Rajoy dimitiera, se supone que debería ser sustituido por otra persona del Partido Popular; es decir del mismo partido, de la misma formación política que defiende la política económica que lleva a la práctica aquel cuya dimisión se solicita. ¿Es coherente pedir la dimisión de un Presidente que «hace política de derechas» por otro que, en ningún caso, iba a hacer «una política de izquierdas»?
Aquí nadie habla de elecciones que sería lo lógico puesto que si es la derecha quien -dicen desde la oposición- la que nos está llevando a donde estamos, habría que impulsar unas elecciones que dieran paso a la izquierda.
No cabe decir que el PP sea en estos momentos un partido movilizado y entusiasta. Su perfil es cada día más bajo y sus dirigentes y militantes necesitan de un «discurso» inexistente para ellos y para el conjunto de los ciudadanos. Pero ¿y la izquierda? La izquierda está en la calle. Es una izquierda sin siglas que de sentir simpatía por alguna sigla seria por IU, pero tampoco es seguro que la izquierda de la calle fuera en bloque a los brazos de Cayo Lara.
Rajoy ni va a dimitir, ni va a convocar elecciones
Lo serio es que, a día de hoy, no hay el menor indicio de que esa izquierda , que existe y se moviliza, tenga depositadas sus esperanzas en el PSOE, máxime cuando la imagen que se percibe de este partido es la menos sugestiva que cabe imaginar como alternativa. La impresión de inestabilidad interna, la sensación de precariedad de su líder, aún cuando es lo mejor que tiene el PSOE, y la fugacidad de sus propuestas no son los mejores ingredientes para tensar demasiado la cuerda.
Rajoy ni va a dimitir, ni va a convocar elecciones, pero si tuviera que tomar alguna decisión no sería la primera, sino la segunda, lo cual, por mucha crítica y enfado que suscite la derecha es un alivio para la izquierda. Así de paradójica es la política.
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Charo Zarzalejos