«En Génova se cobran sueldos. Es lo que hay», dice Carlos Floriano dando carta de normalidad a lo que sin duda es anómalo. En las cuentas del PP, y en esos sueldos, todo es simulado, fraccionado y en diferido.
Simulado, porque durante décadas sus dirigentes camuflaron esas nóminas como «gastos de representación»; unos gastos tan extraños que todos los meses eran la misma cantidad, salvo en junio y en diciembre cuando, casualmente, los gastos se duplicaban. Son los primeros gastos de representación de la historia con pagas extras.
El presente del PP está hipotecado por su pasado y el futuro no es mejor
Fraccionado, porque además había «dietas», también en catorce pagas indistinguibles de cualquier otro salario: fue un sobresueldo por duplicado; por triplicado si además sumamos lo que esos políticos cobraban por el escaño. Por cuadriplicado, si se confirman los supuestos sobres.
Y en diferido, porque hemos tenido que llegar al 2013 para descubrir que ese mantra de que «los políticos están mal pagados» era tan falso como el de «todos los políticos son iguales». Pero algunos más iguales que otros.
Mientras conocemos al fin lo que pasaba tras el escenario en esos años en los que José María Aznar se presentaba como un referente moral frente a la corrupción, la actual legislatura sigue en coma. El presente del PP está hipotecado por su pasado y el futuro no es mejor. El propio Rajoy da estos cuatro años por perdidos al asumir que el paro, la gran prioridad nacional, estará aún peor cuando termine la legislatura que cuando empezó. También es lo que hay.
El presidente con menor credibilidad y apoyo de la historia democrática pide a los ciudadanos «paciencia»
El presidente con menor credibilidad y apoyo de la historia democrática pide a los ciudadanos «paciencia». «Sé que la gente está frustrada, pero sabemos lo que hacemos», asegura Rajoy. «Podíamos haber hecho otras previsiones, pero creemos que es mejor explicar la realidad, que decir otra cosa y que luego tengamos que contar que ha habido un millón de parados más de los previstos. Eso no es jugar limpio con los ciudadanos, y por eso no lo hemos hecho», remacha Rajoy. Hay varias trampas en su argumentación: la fundamental, que esas «otras previsiones» son precisamente las que hizo su Gobierno hace escasos meses, cuando coloreó unos presupuestos con una recesión tres veces menor de la que al final ha tenido que aceptar.
La combinación entre la mayoría más absoluta en el Congreso y la más absoluta debilidad política entre los ciudadanos del presidente Rajoy es una mezcla de consecuencias difíciles de pronosticar. Más allá del Parlamento, el Gobierno necesita un liderazgo entre la sociedad que hoy no tiene. Tampoco tiene ejemplaridad. Sus ministros se esconden de los actos públicos ante el permanente temor a las pitadas y los abucheos. ¿Cómo unos dirigentes que durante años cobraron sueldos escandalosos pueden pedir sacrificios a la sociedad? ¿Con qué discurso vender esa austeridad?
Desde luego no con este argumentarlo interno, uno de esos documentos que el partido difunde entre sus dirigentes para vender su gestión. No lo lean si no quieren indignarse más.
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Ignacio Escolar