El viejo siglo XX fue sobre todo un cúmulo de sobresaltos, guerras inconcebibles y cambios; pero también existía una enorme energía transformadora. El antiguo régimen sucumbió a sangre y fuego y la renovación fue un espectáculo encharcado en sangre. De las dos grandes guerras a una formulación del mal en Alemania que nunca antes había existido. De los horrores del estalinismo a la promesa de un cambio en las relaciones entre el capital y el trabajo. Todo estuvo en permanente evolución. Y empiezo a pensar con Heráclito que todo cambió para que todo permaneciera.
España es paradigma de falta de liderazgos y de proyectos
La caída del comunismo fue contemplada como una explosión de libertad. Y nadie se paró a pensar en los daños colaterales. Ya no había cortapisas a la expansión de un capitalismo sin rostro humano. Los viejos países comunistas se disfrazaron de democracias para volver a una nueva forma de zarismo democrático.
Desde entonces se han establecido dogmas inmutables. Quienes intentan trasgredirlos son condenados al ostracismo. La única ley es la de los mercados. Su desregulación ha sido el desbordamiento de las leyes financieras. La soberanía política ha sido secuestrada y los presidentes de los países de la periferia del poder confiesan sin sonrojo que no tienen capacidad de elección.
La socialdemocracia, que fue considerada en Europa como la esperanza de un relativo equilibrio entre las clases, se está desvaneciendo, sin proyectos ni alternativas.
Pero esta homogenización del pensamiento no soluciona los problemas básicos de la humanidad. No consigue acabar con la pobreza ni con la mortandad infantil. Por si eran pocas las desigualdades en las sociedades desarrolladas, sigue en expansión la brecha social.
Latinoamérica quizá sea el único rescoldo a la esperanza en un mundo más equilibrado. Desde aquí, con nuestro Euronarcisismo demonizamos todo lo que no entendemos o no se ajusta a los patrones de democracia que aquí hemos establecido.
Las próximas elecciones serán una tortura para muchos votantes
España es paradigma de falta de liderazgos y de proyectos
. No hay una sola institución de esta democracia que mantenga el respeto y el reconocimiento de los ciudadanos. Las próximas elecciones serán una tortura para muchos votantes que no encontrarán razones para votar a ninguno de los partidos que se ofrezcan. Habrá un ganador porque ese premio no puede declararse desierto.Existe pensamiento alternativo sepultado por el sistema. Existe un enorme descontento que todavía no ha encontrado vectores de transformación.
Tengo la sensación de que la historia ha sido encapsulado en una burbuja del tiempo, solo hasta que quienes controlan el enorme poder del sistema financiero se convenzan de que esta catástrofe también les va a arrastrar a ellos.
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Carlos Carnicero