Es lógico que cada generación pretenda escribir el guión del fragmento de Historia que le ha tocado en suerte, pero cuando se trata de la política y de los intereses permanentes de un país -los «objetivos históricos» a los que se refirió en su día Ortega y Gasset hablando de España-, la prudencia aconsejaría no desdeñar la experiencia de quienes han desempeñado tareas de gobierno. Me viene esta idea a la cabeza tras escuchar el lunes por la tarde en el Congreso la intervención del ex presidente del Gobierno José María Aznar y al compartir, al día siguiente, en la Cope, charla y entrevista con José Bono, ex presidente de las Cortes. Ambos están ahora en la periferia de la política -con más exposición Aznar por su recientes y sonadas palabras doliéndose de la atribuida falta de liderazgo de Mariano Rajoy-, pero en plenitud de facultades para analizar y diagnosticar acerca de los problemas y males que afligen al país. Es sabido que Aznar mantiene la presidencia de honor del PP y que Bono renunció a prolongar sus vínculos orgánicos con el PSOE, pero uno y otro siguen siendo referentes políticos para muchos de los ciudadanos que antaño les confiaron su voto.
Aznar y Bono están ahora en la periferia de la política, pero en plenitud de facultades para analizar los problemas del país
Desde esa perspectiva y dejando claro que ni el uno ni el otro tenían intención de disputar el liderazgo político a quienes ahora (Rajoy, Rubalcaba) mandan en el PP y el PSOE, habría sido bueno que algunas de sus reflexiones y críticas hubieran encontrado eco entre la dirección actual de sus partidos. Cuando la conseja es desinteresada, cuesta menos atenderla. Es una pena que, por obra de la suspicacia, cuando no de la abierta desconfianza, la experiencia y el capital político acumulado por Aznar y por Bono no esté siendo aprovechado por sus respectivos partidos. Claro que, para que la cosa se hubiera planteado de otra manera, tanto uno como el otro deberían haber sido mucho más explícitos a la hora de manifestar que no tienen intención de volver. Circunstancia que en el caso de Aznar, a juzgar por sus intervenciones recientes, ya no está tan clara.
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Fermín Bocos