Calor en Madrid, como corresponde al verano que ya se aproxima. Siempre he sostenido que el verano es el bálsamo de casi todas las heridas. Las encapsula hasta septiembre. En el ambiente ya se empieza a abrir el paréntesis de agosto.
Noto un hastío letal hacia la política. Es comprensible. No hay nada nuevo en el horizonte. Y las noticias sobre la corrupción, los recortes y la incapacidad de la política para los ciudadanos se ha convertido en una constante.
La política nacional ha muerto en el seno de la Unión Europea
Ser periodista en tiempos de crisis empieza a ser un poco aburrido. Muchos días tengo la tentación de que estoy en un tiovivo que da vueltas, yo subido en el mismo caballito sin que cambie nada el paisaje.
Observo con interés distante el pacto promovido por Rubalcaba. Tiene lógica que sin embargo se estrella contra el absurdo de la falta de expectativas. Que Rajoy y Rubalcaba se pongan de acuerdo en aflojar la austeridad luterana de Ángela Mérkel no le va a conmover a la canciller. Su horizonte electoral, a efectos de un hipotético cambio de política económica, no se termina en las elecciones de septiembre, porque la mayor parte de los alemanes, sean votantes o no de CDU, están en contra de los «vagos del sur», por lo que no tiene ninguna presión interna para cambiar los dogmas que sostendrá contra quien no piense como ella en Europa.
La política nacional ha muerto en el seno de la Unión Europea. Las instituciones internas de cada país no gozan de autonomía para aplicar su propia política. Jugar la liga en Europa es una necesidad; pero convendría asegurar que las reglas de decisión también sean democráticas y no una simulación de democracia en manos de las decisiones alemanas.
La gran esperanza para la Europa del crecimiento era François Hollande. Me he llevado una tremenda decepción; bueno, otra decepción más. Obama ahora ya no tiene nada que ver con el que prometió ser. No hay líderes mundiales que me inspiren respeto por su capacidad para mantener sus convicciones.
El caos político en Italia, la debilidad de Hollande, el absentismo europeo del Reino Unido nos deja sin palancas de apoyo de peso. Los países medianos y pequeños no son tampoco uniformes. No tiene nada que ver los intereses de Bélgica, Holanda y Austria con los nuestros. Hacen seguidísimo de la hegemonía alemana. El sur está herido de muerte. Y en el Este, nada que ver la situación de Polonia con la del resto de los miembros de la UE.
El pacto de Rajoy y Rubalcaba es un brindis al sol
En este escenario, el pacto de Rajoy y Rubalcaba es un brindis al sol. Servirá, además, para que parezca que el presidente del Gobierno está dispuesto a dialogar. Pero lo que ha ocurrido no es un verdadero pacto. Sencillamente Rubalcaba apoya a Rajoy para que pida clemencia en Europa, es decir, a Alemania.
No puede haber horizonte político sin ilusión y esperanza. Y ahora mismo el túnel está oscuro como la boca de lobo.
Mientras, siguen apareciendo noticias de niños desnutridos en hogares de pobreza extrema. La corrupción sigue circulando por las páginas de los periódicos. Y la política se desangra sin que el horizonte aparezca un partido y un líder que nos haga creer que las cosas que en realidad son posibles que puedan llegar a suceder.
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Carlos Carnicero