No es que yo sea especialista en información internacional, pero he de reconocer que lo que está ocurriendo en Egipto me tiene perpleja. El mejor editorial que he visto estos días publicado en los periódicos venía de la mano del dibujante Ricardo. Se veía una urna que iba marcando el paso y seguía las órdenes de una bota militar adornada con la bandera egipcia y se podía leer: «¡Paso ligero! Un dos un dos!». En resumidas cuentas, lo que ha ocurrido es que un movimiento popular, que enarbolaba la defensa de la libertad, ha empujado al ejército dar un golpe de Estado contra el presidente que había ganado unas elecciones democráticas y contaba con la legitimidad que le dieron las urnas. Apenas ha transcurrido un año desde que el islamista Mohammed Mursi llegara al poder y muchos se preguntan qué ha podido ocurrir para que los egipcios, que abrazaron la primavera árabe y el valor de las urnas, hayan salido ahora, de nuevo, a la calle para reclamar que el ejército ponga orden y ocupe un poder que nunca ha dejado del todo. Es difícil de entender qué ha pasado para que se haya podido producir una quiebra de la legalidad democrática y que se aplauda el golpe de Estado en nombre de la libertad.
Es difícil de entender qué ha pasado para que se haya podido producir una quiebra de la legalidad democrática
Según todos los analistas, las causas que han llevado a esta situación son múltiples y van desde la mala situación económica del país a los errores del presidente, que primero forzó la redacción de una constitución islamista intentando gobernar con unos principios religiosos y luego ha intentado blindarse de forma antidemocrática mermando los poderes del parlamento.
Estos días hemos visto como Egipto ha recuperado la época de las asonadas y aunque algunos han querido ver algún paralelismo con la revolución portuguesa de los claveles las cosas son muy diferentes. Una de las primeras incógnitas es como va a actuar Al Sisi el nuevo hombre fuerte de las fuerzas armadas, un general de 58 años con formación en Estados Unidos al que quienes le conocen bien definen como un musulmán piadoso que despierta dudas en muchos sentidos. De hecho estos días se ha recordado cómo defendió públicamente las infames pruebas de virginidad practicada por el ejército a 17 manifestantes meses después del ocaso de Mubarak para «proteger a las mujeres de violaciones y a los soldados de denuncias»
De entrada, el presidente interino, Adli Mansur, ha mostrado respeto por la democracia y el Estado de Derecho, pero todavía no está claro quién pertenecerá a su gobierno de transición ni en que plazo y con que marco jurídico se celebrarán las anunciadas elecciones presidenciales y parlamentarias. Según cuentan, los Hermanos Musulmanes se lamen ahora las heridas pero no hay que olvidar que cuentan con un bien organizado núcleo de cientos de miles de miembros y seguidores, que tienen potencial para perturbar la administración del país y paralizarla y que las acciones violentas que se están produciendo o ayudan a la calma.
«El mayor reto para el nuevo gobierno es volver a llevar a bordo a los Hermanos Musulmanes», aseguró en declaraciones a la CNN el experto en Cercano Oriente Magdi Abdelhadi, y es cierto. De momento todas las hipótesis siguen abiertas y pasada la euforia del golpe de Estado ya veremos como evoluciona la situación. Egipto ha dejado de ser un lugar seguro para el turismo -su principal fuente de ingresos- y muchos países han recomendado que no se viajé a la zona en los próximos días porque el futuro es toda una incógnita. El ejército ha abortado la deriva islamista pero… ya veremos si se queda sólo en eso.
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Esther Esteban