Está escrito en los libros que la Oposición, por principio, debe aprovechar cualquier rendija del Ejecutivo para hacer ver que está ahí y así cumplir con el papel que los ciudadanos le han dado en las urnas. A estas alturas y una vez que Bárcenas se ha convertido -le hemos convertido entre todos- en el centro de la vida nacional ya hemos constatado que el silencio, las reacciones «prudentes» que, hasta el momento, ha venido manteniendo tanto el PP como Rajoy no han dado el resultado deseable. Se pretendía con esta estrategia que el foco de la atención estuviera en Bárcenas que «es el que tiene que explicar de donde sacó su dinero y que si esta en la cárcel no es por su supuesta contabilidad B ni por los supuestos sobresueldos, está por presuntos delitos de su exclusiva responsabilidad».
El objetivo no se ha logrado y lo que era el «asunto Bárcenas» se ha convertido -lo han convertido- en el «asunto Rajoy». El foco político y de opinión pública se colocó, pues, en Rajoy. Y así fue hasta que Rubalcaba compareció para advertir que si el dia 24, el PP no daba el visto bueno a la comparecencia del Presidente, el PSOE presentaría una moción de censura como única fórmula posible para hacer realidad esa comparecencia que concluiría en cualquier caso con la petición de dimisión del Jefe del Ejecutivo. Además, el secretario general del PSOE ha anunciado también que quedan rotas las relaciones con los populares.
Lo que era el «asunto Bárcenas» se ha convertido -lo han convertido- en el «asunto Rajoy»
A Rubalcaba le asiste el amparo de la Constitución y del Reglamento del Congreso para tomar la iniciativa que ha tomado. No quieren los socialistas, sin embargo, que se examine ni a su candidato ni que se debata el programa de gobierno socialista. Es una moción de censura «instrumental». En cualquier caso, todo un órdago que la mayoría de los populares creen deben recoger y acudir «de verdad» a la moción de censura «en los términos previstos en la Constitución»; es decir, debatir sobre el programa que constitucionalmente está obligado a presentar.
La última palabra la va a tener el Presidente del Gobierno, pero si hace caso a muchos de los que le rodean tanto en el Ejecutivo como en el Grupo Parlamentario, los «populares» quieren aprovechar «este guante que ha lanzado Rubalcaba y entrar de verdad en una moción de censura». Creen que, en el fondo, Rubalcaba, con su órdago les ha hecho un favor. «Si vamos, vamos en serio y con toda la artillería».
En política no hay decisión o actitud que no conlleve riesgos. Como estamos viendo, el silencio tiene riesgos, muchos riesgos. Se interpreta por muchos como cobardía, connivencia, indolencia y esa percepción puede acabar creando lo que se denomina «estado de opinión», en este caso muy poco favorable al Gobierno y a su Presidente, cuya honorabilidad quiere erosionar alguien que está demostrando ser todo lo contrario a un hombre honorable.
El silencio no siempre es rentable pero la sobreactuación tiene también sus propios abismos. El presentar una moción de censura que no se quieren que sea una moción de censura de verdad es colocarse en situación de acercarse a ese abismo, sobre todo cuando el objetivo último como es la dimisión de Rajoy, no lo van a conseguir. ¿Calculó Rubalcaba que con su iniciativa ha dado una alegría a los populares?. Algunos ya han comenzado a recopilar artillería, pero Rajoy cala y él, solo él, tiene la primera y última palabra.
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Charo Zarzalejos