Me dirijo a Marbella con el corazón en un puño, pensando qué sorpresas nos deparara el verano, si los brotes verdes que anuncia de Guindos serán reales o producto de su imaginación. Con tan oscuros pensamientos abandono el AVE -el mejor medio de transporte que hay en la actualidad-, y me dirijo a la puerta de salida de la estación de Málaga donde casi tropiezo con un empresario amigo, que de momento no aparece en las listas de Bárcenas, lo cual ya es casi un milagro.
Viendo mi cara de angustia -a mi el calor me descompone, todo hay que decirlo-, se acerca para preguntarme si necesito algo. Le digo que no es nada que no pueda curarse con unos bañitos en el Mediterráneo, pero que con la que está cayendo me horroriza abandonar Madrid, no sea que vaya a producirse alguna noticia importante y me coja en la playa.
El hombre enseguida me tranquilizó con un argumento irrefutable: «Mira niña, si Aznar, que viaja, que se mueve por entre la élite de las finanzas mundiales, que sabe un minuto antes lo que el resto de los mortales ignoramos, corre cada mañana con sus escoltas por Guadalmina, es que podemos veranear tranquilos«. Tuve que pararme en seco para ver que la persona que estaba a mi lado era de carne y hueso, y no un ángel de la guarda.
Si Aznar corre cada mañana con sus escoltas por Guadalmina es que podemos veranear tranquilos
El efecto de sus palabras fue inmediato pues comencé a sentir que la opresión que llevaba días sintiendo en el pecho desaparecía, que mis piernas eran más ligeras, que por fin sonreía a la vida tal y como me había recetado mi médica de cabecera. Y todo por la clarividencia de un hombre-hombre, que ha sabido hacer negocios sin que ningún juez tenga que llamarle a capítulo.
Ya en Marbella me dirigí de inmediato a mi restaurante favorito «El Ancla», para comprobar en persona si el mar estaba en calma, y los rusos tumbados en sus hamacas. Sin novedad en la costa, me dijo Manolo el aparcacoches, cosa que me tranquilizó bastante pero mucho más cuando salió otro Manolo, el gran cocinero y me contó que el sábado anterior habían servido 250 comidas y otras tantas por la noche, señal inequívoca de que en Marbella se puede cantar eso de «Aquí no hay crisis», y si la hay, que la hay, no se aprecia por el empeño de los políticos en mantener la ciudad limpia como los chorros del oro, de los empresarios y de los trabajadores por ofrecer lo mejor de la Costa, buen clima, buena comida, lujo para el que pueda pagarlo y diversión a granel. Una implicación por recuperar el glamour de antaño en la que participan todos. Y como querer es poder, lo están consiguiendo con la llegada de nuevos turistas, sobre todo ingleses, rusos y holandeses.
Así, por ejemplo, mañana viernes Manuel Santana celebrará su cuarta boda, en la que congregará no solo a gente del deporte sino a muchos de los protagonistas de la llamada prensa del cuore. Esa misma noche La Asociación contra el cáncer celebra una cena de gala para recaudar fondos. También en el jardín restaurante de «La Tirana», tendrá lugar una cena con la que su dueño quieren agasajar a sus clientes más fieles. En fin, que en Marbella, nadie puede sentirse forastero porque ellos sí saben que el buen trato, el buen servicio es fundamental para fidelizar a los clientes.
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Rosa Villacastín