En el último barómetro de El País, publicado ayer, se confirma la paradoja de que el peor resultado posible para el PP en las últimas cinco convocatorias le sirve para ganar las elecciones generales si se celebrasen hoy, mientras los socialistas permanecen en el mismo agujero en donde se quedaron en las pasadas elecciones generales. La teoría de los vasos comunicantes -en los sistemas en que dos partidos se alternan en el poder- no funciona con el PSOE, que a pesar de la impopularidad del presidente del Gobierno, de sus profundas reformas en forma de recortes, no recuperan la confianza de los ciudadanos. Los votantes no se entusiasman con Rajoy pero no creen en los socialistas.
Para dar respuestas a los problemas de hoy hace falta formular proyectos que contengan dosis de credibilidad suficiente
El PSOE se escuda en la simple matemática del tiempo. Dicen que hay que esperar a que se olvide la mala imagen de la última legislatura de Zapatero. Entonces, el electorado natural socialista se volverá a agrupar en torno al partido. Es un canto de sirena recurrente para reconfortar a la dirección, pero no tiene visos de ser real. Los electores han abandonado al PSOE y no han percibido un signo de recuperación de las esencias de la socialdemocracia para volver a confiar en ellos. Para ser justos, habrá que decir que con la excepción de la victoria de François Hollande en las presidenciales francesas, en el resto de Europa a socialdemocracia tampoco está ni se le espera. Y el prestigio del presidente francés está por los suelos.
La última ocurrencia que circula por el mentidero es la de buscar un «candidato potente» para las elecciones europeas, esperando que tal imagen, acuñada en época de José Luis Rodríguez Zapatero, despertará a los votantes de su letargo. Y quien más suena para dar ese aldabonazo es Elena Valenciano, vicesecretaria general del partido. No se conocen estudios demoscópicos que soporten esta teoría; se trata de una nueva dosis de la intuición que pretendió que Miguel de Sebastián sería el bálsamo para la recuperación del ayuntamiento de Madrid. El candidato estrella ni siquiera recogió su acta de concejal después de una sonora derrota. No aprenden.
Los electores del PSOE no esperan olvidar malos sabores para volver a apoyar al partido. En la era de la globalización y de la tecnología, casi todo es cambiante, y sobre todo la realidad y sus circunstancias. Y para dar respuestas a los problemas de hoy hace falta formular proyectos que contengan dosis de credibilidad suficiente para que los ciudadanos intuyan que pueden funcionar. Y no se ven.
La socialdemocracia se contagió de la pura lucha por la gestión del neoliberalismo. Abandonó la disminución de las desigualdades como soporte de su bagaje ideológico y de sus proyectos políticos. El PSOE de Zapatero estaba entusiasmado de que los banqueros y los presidentes de las multinacionales les demostraran reconocimiento en un abrazo del oso que sin embargo sirvió para que muchos de sus dirigentes, cuando abandonaron el Gobierno, fueran nombrados consejeros de administración de grandes compañías deudoras de las deferencias que los socialistas tuvieron con ellas. El presidente Zapatero, en su último consejo de ministros, tuvo la deferencia de indultar a un banquero delincuente condenado por delitos importantes.
Oponerse a casi todo no es suficiente, sin una formulación de alternativas
La oposición de Rubalcaba no tiene credibilidad tal vez porque no tiene contundencia. Oponerse a casi todo no es suficiente, sin una formulación de alternativas. Ahora están de moda pequeñas dosis de autocrítica por los errores cometidos. La última en aplicar esta liturgia ha sido la nueva presidenta de la Junta de Andalucía. Pero no parece un buen camino de rectificación el haber ascendido a la presidencia de Andalucía mediante unas primarias hechas a su medida y una nominación al acto de investiduras sin siquiera una resolución formal de la dirección de su partido. Recuerda demasiado la unción que hizo José María Aznar del candidato Mariano Rajoy. Se esperaría del PSOE un comportamiento más democrático y edificante.
El formidable fraude de los ERE en Andalucía y la gestión que se ha hecho de esa crisis tampoco tranquiliza a los ciudadanos hastiados por la corrupción del PP. Y el papelón del PSC en Cataluña está demostrando cuan irrelevantes son los socialistas españoles para la solución del contencioso de la Generalitat con el estado. Si la receta para recuperar prestigio es poner a la mano derecha de Rubalcaba como cartel electoral, van listos.
En una sociedad con más de seis millones de parados y con la destrucción de elementos sustanciales del estado del bienestar, lo que se debe esperar de un partido socialista en que formule alternativas de redistribución, de solidaridad y de proyectos claros para que las diferencias sociales se atenúen. Y de momento solo se atisba un esfuerzo enorme para mantenerse en la cúpula del partido por parte de quienes siempre han estado y más dosis de una medicina que ya no funciona.
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Carlos Carnicero