A mí desde luego me importa un bledo que una mujer enseñe sus pechos o su cuerpo desnudo si le da la gana. Ni me escandaliza ni le presto mayor atención, salvo cuando el cuerpo femenino se representa como una obra de arte a la que admirar. Sí me molesta, profundamente, que se presente como un objeto de deseo sexual y llevo toda la vida luchando contra esos estereotipos que tanto daño nos siguen haciendo.
Me he mostrado siempre a favor y al lado de los movimientos feministas cuando han denunciado esas campañas publicitarias en el que se utiliza a las mujeres como un reclamo, como un objeto más a consumir, y ¡claro he tenido algún que otro disgusto profesional por la forma en que algunos compañeros afrontan el tema de la igualdad de género!
De lo que vimos el otro día en el Congreso y de la forma en que el grupo Femen se dio a conocer en España se pueden hacer varias consideraciones. Desde luego hay que reconocer que si lo que buscaban era un gran impacto mediático en España, lo han conseguido con creces. No sólo fue la portada de los grandes periódicos sino que, seguramente, ha sido una de las imágenes más repetidas en televisión y más comentadas en la radio de los últimos tiempos. Que las activistas aparecieran en el pleno, mostrando sus pechos a modo de pancarta para mostrarse a favor del aborto, cuando estaba en el uso de la palabra el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardon, evidentemente desconcertó a sus señorías y especialmente al presidente preocupado por si ocurría una desgracia y se caían de la barandilla.
Si la protesta se queda en exhibir cuerpos esculturales y pechos turgentes, el esfuerzo es inútil y desesperante
Por su puesto que se puede compartir o no la reivindicación de Femen pero el interés no se ha centrado en el fondo de la cuestión, en sí el aborto -como ellas escribían en su pecho- es sagrado, sino en su desnudo parlamentario. Alguien ha dicho estos días que la gran contradicción de este movimiento es que so pretexto de denunciar el sexismo y la utilización del cuerpo femenino, son ella misma las que enseñan el suyo para buscar una foto que alimenta el morbo que dicen combatir.
Es verdad que esta forma de protesta choca, frontalmente, con los postulados que han defendido tradicionalmente los movimientos feministas quienes han combatido los desnudos femeninos como reclamo publicitario y exigen que la mujer sea considerada por sí misma y no como un objeto sexual. He leído que el gurú del movimiento FEMEN, un ucraniano llamado Víctor Sviatski -ya apartado del mismo- insultaba a las activistas llamándolas «perras» o «zorras» y ellas lo aceptaban con normalidad porque «Ucrania -según han dicho- es un país brutal donde eso no es anormal. Tal vez sea eso, que este movimiento nació en un país brutal y ellas aceptaban sumisamente ser insultadas, pero España no lo es y aquí muchas llevamos mucho tiempo levantando la bandera de la igualdad.
No sé si tiene razón el tal Sviatskin cuando dice haber acuñado un nuevo feminismo «el viejo es el de las mujeres de suéter gris y vello en las axilas, queriendo ser como los hombres. El nuevo es el que entiende que la mujer es hermosa y sus pechos el símbolo de feminidad, por eso las acciones son en top less». Señala, desde su óptica particular. No puedo estar más en desacuerdo porque aceptar eso es simplemente aceptar que toda nuestra lucha de años es sólo una cuestión de estética, puro maquillaje. Que las mujeres seamos hermosas y estemos orgullosas de nuestra feminidad, no tiene nada que ver con nuestras reivindicaciones de igualdad. Y si no que se lo pregunten a tantas y tantas que por su condición de mujer ganan menos a igual trabajo que sus compañeros varones. Por muy llamativa que sea la protesta si sólo se queda en exhibir cuerpos esculturales y pechos turgentes, como ha ocurrido en este caso, el esfuerzo es inútil y desesperante, la verdad. ¡Que decepción!
Esther Esteban