jueves, octubre 3, 2024
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Un premio Nobel de la Paz merecido y oportuno

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Existen muchas organizaciones internacionales gubernamentales -formadas por Estados- con fines específicos pero pocas con tareas tan complejas y técnicas como la de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (O.P.C.W.: Organization for the Prohibition of Chemical Weapons). Creada por el Convenio internacional para la supresión de las armas químicas, suscrito en 1993 y que entró en vigor en 1997, la OPCW, con sede en La Haya (Países Bajos) tiene por función supervisar la aplicación efectiva de los compromisos de no fabricación, no almacenaje y eliminación derivados del Convenio. Aunque todavía hay algunos Estados poseedores de armas químicas que no son Estados parte y hay algunos que, siéndolo, como los Estados Unidos y Rusia, todavía no han suprimido totalmente su arsenal de armas químicas, es un Convenio que tiene una aceptación casi universal (189 Estados) y es un hito del Derecho internacional del desarme.

Este premio es un recordatorio de las víctimas de los ataques químicos, en particular las recientes de Siria

Que le hayan concedido a la OPCW el premio Nobel ahora no es ninguna casualidad. A fin de cuentas Alfred Nobel (1833-1896)  fue un ingeniero y químico inventor de la dinamita y amasó su fortuna en parte mediante su fabricación industrial, de manera que el premio encaja perfectamente con la tradición y los orígenes de la institución favorable al desarme. Como es lógico, esto no significa que no haya otras cientos de candidaturas que merezcan el premio por su contribución a la paz mundial pero la actualidad y oportunidad de su concesión este año a esta Organización no pueden negarse.

La existencia de la OPCW se ha difundido especialmente en las últimas semanas por su papel central en el desarme químico de Siria, después del Acuerdo entre los Estados Unidos y Rusia al respecto, acuerdo que fue sancionado por la resolución 2118 del Consejo de Seguridad de 27 de septiembre de 2013. Aunque se haya considerado que es un premio innecesario, en cierta forma es un laudo que tiene elementos tanto de compensación por el pasado como de espaldarazo para el futuro porque la OPCW tiene ahora la tarea urgente y exigente de supervisar y hacer efectivo el desarme de Siria; una tarea titánica para la que va a necesitar suerte y recursos. Este refuerzo con valor mediático también debería servir para que se adhirieran al Convenio los Estados que no lo han hecho –Israel es uno de ellos- y para lograr un efectivo desarme total químico, que afecta en gran medida a Países en Desarrollo (se ha llamado a las armas químicas el arma nuclear de los pobres) para quienes constituían sus armas de destrucción masiva.

Al mismo tiempo este premio es un recordatorio de las víctimas de los ataques químicos, en particular las recientes de Siria así como, más indirectamente, del pendiente desarme nuclear efectivo, una aspiración antigua de la comunidad internacional a la que se han opuesto concienzudamente las potencias nucleares, particularmente los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad cuyo armamento nuclear tiene todavía capacidad para destruir varias veces el planeta. No todas las armas de destrucción masiva son armas químicas.

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Julio Vives

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