Soy una amante del cine español, independientemente de que me gusten muchas de las películas que se hacen ahora en otras partes del mundo, como en Francia, pero sobre todo en Hollywood, siempre y cuando sean comedias de humor y nada tengan que ver con los efectos especiales. De ahí que cuando estalló la polémica sobre las famosas declaraciones del ministro Montoro, en las que hacía referencia a la falta de talento de nuestros cineastas, me hiciera el firme propósito de no faltar a ningún estreno que llevase la firma «made in Spain».
Dicho y hecho. El miércoles acudí a un pase privado organizado por Universal para ver la última película de David Trueba «Vivir es fácil con los ojos cerrados» que se estrena el próximo 31 de octubre y que había tenido muy buena crítica en el festival de Cine de San Sebastián. No solo por el trabajo de sus protagonistas: Javier Cámara, Natalia de Molina, Jorge Sanz, Francesc Colomer y Ariadna Gil, sino porque es un film que llega al corazón de la gente, pero sobre todo de los que vivimos los 60 con la esperanza de alcanzar un futuro mejor.
En la sala de proyección, pequeña y acogedora, apenas había una docena de invitados, entre los que se encontraban Luís María Anson -defensor siempre de la cultura española-; el escritor y columnista Manuel Vicent, Juan Manuel de Prada, José Luís Cuerda, Nativel Preciado y Espido Freire. En fin, un grupo de cinéfilos exigentes a los que observé de cerca porque quería saber si su reacción estaba en la línea de lo que había dicho el ministro o no. Debo decir que todos sin excepción elogiaron el trabajo de los actores y del director y guionista desde el minuto uno de la proyección por la manera tan sutil e inteligente que tiene David Trueba para mezclar los sentimientos con la sociología del momento en que sitúa la historia de un profesor que da clases de inglés en Albacete, fan de John Lennon, y que decide emprender un viaje para poder conocerle en una de sus visitas a Almería. Papel que borda Javier Cámara, no solo por la humanidad que imprime al personaje, sino por la forma tan sutil y pedagógica de explicar cómo era la educación en una época donde los castigos a los alumnos estaban a la orden del día. Un maestro que se gana la confianza, el respeto y el cariño de dos chavales a los que coge cuando hacían auto stop para ir a ninguna parte.
Viendo a Javier Cámara en su papel de profesor-psicólogo no pude por menos que recordar la importancia que muchos de estos maestros han tenido en nuestra vida, en nuestra educación, razón por la cuál hoy les recordamos con cariño y devoción, y lo distintas que son ahora las cosas. No sólo porque los padres han tomado conciencia de que ellos son parte fundamental de la educación de sus hijos, que lo son y mucho, sino por la indiferencia que a veces muestran las autoridades educativas hacia unas personas, funcionarios la mayoría, en cuyas manos dejamos lo que más queremos, a nuestros hijos, para que los formen y eduquen. Una indiferencia que a veces se torna en desprecio, lo que indica una falta de sensibilidad de quienes tienen la obligación de atender todas las necesidades de los alumnos, especialmente de aquellos que más necesitan de la protección e inversión de las administraciones públicas.
Rosa Villacastín