El Gobierno tiene el aliento contenido. Las víctimas no ocultan su pesimismo y la izquierda abertzale espera la hora de la celebración. Todo esto ocurre porque mañana lunes, a media mañana, se dará lectura del fallo del Tribunal de Derechos Humanos europeo sobre la doctrina Parot. Nada más conocerse, los ministros de Interior y Justicia darán una rueda de prensa y a la una del mediodía lo hará la AVT con la presencia de unas cincuenta víctimas de los presos que, presumiblemente, podrían salir de prisión.
Formamos parte de Europa para lo que nos gusta y para lo que no. Para lo que nos conviene y para lo que nos dificulta la vida. Es lo que tiene pertenecer a un club. Cuando uno se hace socio no puede aceptar parte de las normas. O se adhiere a todas o no entra y nosotros somos socios de pleno derecho de ese club que Unión Europea.
Siendo esto así, sea cual sea el fallo del Tribunal, no queda otra que acatarlo. Quienes han seguido el proceso de cerca aseguran que los informes presentados por el Estado español en defensa de la doctrina Parot han sido impecables, ajustados a derecho y a criterios de justicia, y todo ello apoyado en abundante jurisprudencia. De la valoración que haga el Tribunal de estos informes y de las alegaciones de los recurrentes dependerá el fallo final.
Sin embargo y al margen de las alegaciones jurídicas, es posible que si el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo supiera lo que ha significado ETA, si tuviera conciencia de la crueldad de su historia, si por un segundo sus miembros hubieran sentido en su nuca el aliento de una metralleta o la sospecha de quien le atendía en la farmacia era, en realidad, un confidente que pasaba información para que el comando de turno no errara en su crimen. Si el Tribunal de Derechos Humanos hubiera estado en las capillas ardientes, en los funerales casi clandestinos, si hubiera escuchado el silencio atronador con que eran recibidos los crímenes por una parte importante de la sociedad vasca. Si supiera que a día de hoy no solo no se arrepienten, sino que reivindican su pasado de «lucha»; si el Tribunal de Derechos Humanos tuviera pleno y exacto conocimiento de nuestro sistema jurídico que es el más garantista de Europa. Si el Tribunal de Derechos Humanos comparara nuestras prisiones con las de otros países del club europeo, si el Tribunal de Derechos Humanos viera detrás de cada argumento de quienes han recurrido la doctrina Parot, los rostros dolidos de las víctimas y los rostros impasibles y soberbios de sus verdugos… si este alto tribunal tuviera en cuenta estas circunstancias y alguna más, el Gobierno no debería estar con el aliento contenido, ni las víctimas agobiadas, ni la izquierda abertzale disfrutando de antemano lo que para ellos puede ser un auténtico triunfo.
Hay que aceptar y acatar el fallo y si la doctrina Parot queda tumbada, administrar con inteligencia, su aplicación. En cualquier caso y si como muchos se temen, el Tribunal de Derechos Humanos tiene el valor de afirmar que en España no se protegen los derechos humanos de quienes han hecho de su destrucción su forma de vida por el hecho de evitar que un asesinato cueste menos de un año de cárcel, el siguiente paso, desde el punto de vista moral y ético, es redoblar esfuerzos y voluntades para que eso que denominamos «relato» no sea un relato confuso en el que todos somos responsables del terror. Esto es lo que busca la izquierda abertzale y esto, justamente, esto es lo que de ninguna de las maneras se puede permitir. Las victimas son victimas y los verdugos son verdugos y así debe quedar claro y diferenciado para que las generaciones futuras, para que aquellos que por edad no han vivido los años de plomo, sepan que si son ciudadanos libres no es por ETA, sino por las víctimas que nunca eligieron serlo.
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Charo Zarzalejos