En mi último artículo titulado «Rubalcaba y los encajes, pero de bolillos», incluí la reflexión de dos personas de la dirección del PSOE que, a lo largo del tiempo, me han demostrado tener un buen olfato sobre sus propios avatares…» el plazo -escribí- para el inicio de la Conferencia Política se acorta y nadie pone la mano en el fuego de que en los próximos días «no tengamos alguna mas». Esto era el jueves y apenas han pasado cuarenta y ocho horas para que ese «alguna más» se haya hecho realidad.
El Jueves, la protagonista directa o indirecta, del último ataque de desazón del PSOE fue Susana Díaz que hizo saber su opinión favorable a votar a favor de la moción presentada, precisamente por Rosa Díez, para rechazar cualquier consulta unilateral. Rubalcaba y con él su gente más próxima, han quitado importancia a ese hecho, al de Susana, pero el envite que ahora ha lanzado Rosa Díez rompiendo el pacto de Gobierno en Asturias, ya es otro cantar.
El socialista Javier Fernández, todavía, presidente de la comunidad asturiana y el partido de Rosa Diez firmaron un acuerdo según el cual, el Ejecutivo se comprometía a abordar la reforma electoral del Principado. La exigencia de UPyD venía dada porque el actual sistema no les beneficia -tampoco a IU- y no porque el sistema todavía vigente provoque desigualdad o no garantice la democracia. Javier Fernández, que no podía dejar pasar la oportunidad de llevar al PSOE a un gobierno autonómico, firmó el tal pacto que, según denuncia UPyD, ha incumplido.
Es una temeridad siempre y en cualquier circunstancia hacer depender un gobierno de un único voto
Al margen de la trifulca doméstica y de las apreciaciones de unos y otros sobre el cumplimento o incumplimiento del pacto, lo ocurrido en Asturias sugiere varias reflexiones y todas ellas discutibles: que es una temeridad siempre y en cualquier circunstancia hacer depender un gobierno de un único voto; que no es muy de recibo que el grueso del pacto que se alcance con cualquier otra fuerza incluya cuestiones que no sean de fondo, muy de fondo y que antes de introducir grandes cambios en la ley electoral -asturiana y no asturiana- habría que ir pensando en la necesidad de una segunda vuelta para que quien gobierne lo haga con fortaleza y con la aquiescencia redoblada de los ciudadanos. Lo ocurrido en Asturias, y antes en Baleares o Cataluña me reafirman en la inteligencia colectiva que rige en las democracias más asentadas en donde nadie discute la utilidad, el efecto benéfico y la consistencia del bipartidismo. Esto no significa desprecio a las minorías asentadas por años y años de historia, como las que en el Congreso de Diputados representan CiU o el PNV pero si una cierta prevención hacía los «regenadores» que todo lo saben ,que todo lo denuncian y que a casi todos los demás desprecian. No estoy en la letra pequeña del acuerdo, pero creo que en ningún caso y dada la situación que todos padecemos y sorteamos como podemos, es el momento de romper gobierno alguno por una reforma electoral.
Rosa Díez pudo, con su único voto, dar el Gobierno de Asturias al PP y Foro, pero optó por apoyar un Ejecutivo de signo distinto. Que nadie dude de que si en el futuro se presenta una situación similar a la de Asturias, UPyD podría dar su apoyo al eje de fuerzas de centro derecha porque eso es lo que tiene no ser de derechas ni de izquierdas ni todo lo contrario. Dicho esto ¿no tendrán los asturianos problemas más acuciantes que corregir la actual proporcionalidad de la ley electoral del Principado? ¿No hay otras urgencias que atender desde el Ejecutivo asturiano? Cuando aún queda tiempo para culminar la legislatura y por tanto no se ha hecho imposible un eventual acuerdo ¿no es un poco demasiado romper a primeras de cambio?
De nuevo hay que mirar a Ferraz. Con toda razón los que allí están viven con los dedos cruzados. En el caso de Asturias, la dirección socialista tiene poco margen para tomárselo como acontecimiento de poca importancia -eso hicieron cuando la que habló fue Susana Díaz- porque están al borde de poder perder el Gobierno de Asturias. Siempre les quedará Andalucía.
Charo Zarzalejos