Sobre si el teatro puede, debe y le conviene o no, comprometerse con la realidad que le circunda, mucho se ha dicho, escrito y se debate en los foros profesionales (desgraciadamente el teatro está alejado de los debates en general, tanto de los públicos como de los privados). La realidad de los contenidos teatrales fluctúa en función del momento social y de las modas, aunque siempre ha habido propuestas comprometidas social- y políticamente de mucha o poca calidad, parece que los tiempos que corren, están llamados a propiciarlas, tanto como a las propuestas más frívolas y de puro entretenimiento. Públicos hay para todo, desde el que va al teatro buscando evasión, al que busca comunión y compromiso. Alguna sala alternativa está apostando por este teatro, ofreciendo funciones muy interesantes. Como ejemplo, hemos podido disfrutar de propuestas de calidad, servidas con frescura y talento como El Rey Tuerto de la compañía catalana Casa Terrat, hiperrrealista y directa, o Cuarto y mitad teatro y teatro de Fondo con Escriba su nombre aquí haciéndonos reflexionar sobre cómo se conforma la identidad; dos propuestas muy distintas, pero ambas con sentido del humor y una cierta mirada distante y, sin embargo, comprometida. Al abandonar la sala te das cuenta de que te han llenado de preguntas y eso ya es un regalo. En mi caso se añade alguna pregunta más: ¿Tiene este teatro espacio en los teatros públicos? ¿Tienen los teatros públicos proyectos culturales capaces de albergar este tipo de propuestas? En medio de la inquietud causada por tanta pregunta sin respuesta , aparece la noticia de que se ha suspendido un contrato a Albert Plá en Gijón por unas declaraciones en un periódico local. Es muy posible que Albert Plá busque notoriedad con sus declaraciones políticamente incorrectas, es seguro que al hacerlas ha perdido una actuación en Gijón, pero muy probable que gane tres en otros lugares, no es eso lo que me inquieta. Al igual que el difunto Pepe Rubianes hace unos años, son artistas heterodoxos y sus declaraciones en los medios casan a la perfección con su propuesta artística, que a unos gusta y a otros molesta, de eso se trata, de remover, de no dejar indiferente. Lo que me parece realmente inquietante, lo que me llega a alterar, es el lugar en el que dejan a la gestión pública de la cultura las actitudes de algunos de sus responsables políticos. Y también la altura a la que quedamos todos encogiéndonos de hombros y considerando en muchos casos que este artista se ha pasado en sus declaraciones, o el otro ha llevado su obra demasiado lejos. ¿Tiene espacio la heterodoxia en la gestión pública de la cultura y el arte? ¿ Tiene sentido la gestión pública del arte y la cultura si es incompatible con la libre expresión de la heterodoxia? No solo las actuaciones cercenadas de manera pública y notoria, sino todas las que nunca llegarán a rescindir su contrato porque jamas serán contratadas, a pesar de su interés y calidad artística. Defender el valor y la necesidad de que la cultura sea considerada un servicio público esencial y tenga apoyo y financiación pública, me lleva a tropezar con numerosas contradicciones, pero estas preguntas, puede que sean las más acuciantes de ellas.
No siempre encuentro las respuestas en el teatro, lo que es peor, muchas veces ni siquiera las preguntas. No siempre lo que encuentro en los teatros públicos me ofrece la calidad esperada, pero de lo que estoy segura es de que el soporte público a toda una red de teatros por toda España, ha sido uno de los grandes avances de la democracia y que su sentido es precisamente que esos teatros alberguen proyectos artísticos y socioculturales que den acceso a la cultura a todos los ciudadanos. Accesibles por su cercanía y accesibles por su precio, pero también en la variedad y calidad de sus contenidos. Para que esos proyectos tengan futuro como espacios públicos de desarrollo cultural, es necesario que estén a salvo de las actitudes de algunos responsables políticos que los consideran su espacio particular y actúan más como patronos mecenas, tratando a los artistas como si les debieran el pan que se ganan y, por lo tanto, permitiendo o no sus actuaciones en función de sus declaraciones y actitudes políticas, en lugar de su interés y calidad artísticos.
Defender una gestión profesional, democrática y de calidad de los teatros públicos, es defender los derechos de todos los ciudadanos y nos concierne de manera directa, por tanto, a todos.
La dama boba