Contemplando cada día el chorreo de excarcelaciones de terroristas asesinos, asesinos en serie y violadores asesinos, la conciencia de este pueblo está al borde de la incredulidad total, del escepticismo completo en una justicia a la que le sobre técnica jurídica pero carece de sensibilidad social. No es lógico, no tiene sentido y muchos nos preguntamos qué hubiera pasado si la sentencia del Tribunal de Estrasburgo hubiera afectado a Francia o Gran Bretaña; nos preguntamos si hubiera sido la misma sentencia, nos preguntamos si su representante en el Tribunal hubiera actuado de la misma forma que actuó el nuestro y nos preguntamos si el gobierno inglés o francés y sus tribunales hubieran acatado con prisas el mandato de Estrasburgo. Nunca tendremos una respuesta a esas preguntas aunque en Gran Bretaña sí hay algún precedente que nada tiene que ver con lo que está ocurriendo aquí.
Si la Justicia en democracia emana del pueblo, la inmensa mayoría de los españoles asistamos impotentes a algo que nos repugna
Reconozco que en su momento escribí, como otros muchos, que el fallo iba a ser contrario a nuestros intereses porque la doctrina Parot se aplicó mal. Y es verdad que se aplicó mal. Pero de la misma forma que el Tribunal de Estrasburgo dictó la sentencia que dictó, podría haber matizado su decisión dejando algún hueco abierto que evitara lo que hoy es un escándalo público en España, lo que cada día provoca una alarma social creciente. El espectáculo del cumplimiento apresurado de esa sentencia llena de técnica pero carente de sensibilidad, viene a consagrar el triunfo de los verdugos frente a la humillación de la víctimas; ya sé que no, ya sé que hay que analizar fríamente la retroactividad y toda esa lección que vino a enmendar lo que sin duda fue un error, ya sé que el viejo adagio de la «dura lex, sed lex» lo hemos repetido hasta saciedad estos días.
Pero el Derecho no puede terminar ahí. Cuando uno estudiaba primero, se nos enseñaba también que las la leyes tenían que ser como varas, fuertes pero flexibles. Y esta vez sólo han sido fuertes.
Yo no sé si los miembros del Tribunal de Estrasburgo ven la calaña que su decisión ha puesto en libertad: ninguno arrepentido, ninguno que haya colaborado con la justicia, ninguno que haya dado la menor muestra de una más que dudosa reinserción. No sé si lo ilustres miembros de ese Tribunal sabían lo que su sentencia -muy técnica, desde luego- iba a provocar y quiero pensar que el Gobierno español les enseñó hasta la saciedad la lista de los posibles beneficiados y las barbaridades de las que son responsables. Si fuera así, creo que yo no dormiría muy tranquilo porque, insisto, una cosa es refutar la doctrina Parot y otra quedarse ahí sin ofrecer una salida digna para una sociedad atónita ante lo que está pasando.
Al menos ha cambiado una cosa. A las puertas de las cárceles ya no van solo los amigos de los terroristas, también van sus víctimas y son ellas las que valientemente mantienen la dignidad de este pueblo, son ellas las que ponen cara al dolor, a la rabia y a la vergüenza de un país con el que no hubo ninguna sensibilidad en Estrasburgo.
Me vuelvo a preguntar si los tribunales franceses o ingleses hubieran respondido de la misma manera que los nuestros. Lo que me parece absolutamente contradictorio es que si la Justicia en democracia emana del pueblo y se ejerce en nombre de todos los ciudadanos, la inmensa mayoría de los españoles asistamos indefensos e impotentes a algo que nos repugna, nos avergüenza y nos duele.
Andrés Aberasturi