Once años después, con un sumario que contenía más de 300.000 folios de informes y documentos, después de escuchar a 204 peritos y testigos, se nos dice que en el PRESTIGE no hubo culpables, que esta catástrofe medioambiental, la mayor de toda nuestra historia, no se sabe por qué se produjo y según la sentencia «sólo se han aprobado aspectos adjetivos de lo ocurrido, pero no sustanciales». De este modo mal escrito y de peor digestión para la opinión pública se afirma que no existe nada que permita dilucidar responsabilidades penales por la avería en el banco, su hundimiento y posterior marea negra.
No hay ningún dato concreto que permita establecer con seguridad las causas de la repentina e irreparable avería que sufrió la nave
Once años después la Justicia ha hablado cuando ya, aunque sólo fuera por el tiempo transcurrido, no se haría justicia. Ya sólo es una anécdota que la instrucción judicial se prolongará durante 10 años o que el juicio durará nueve meses. El final es que no hay culpables y por lo tanto todo este esfuerzo y dinero han sido inútiles. Sin embargo a pesar del tiempo transcurrido aún nos queda la memoria y, la de este caso, está teñida de negro de chapapote y de blanco como símbolo de la solidaridad de miles de voluntarios. La memoria no podrá borrar lo aciago de aquellos días, ni el esfuerzo y la desesperación de los marineros viendo como 77.000 toneladas de fuel y un barco fantasma incontrolado y casi a la deriva destrozaba su vida y sus sueños.
Como en todas las situaciones límites hubo mucha grandeza y también demasiada miseria, casi siempre, protagonizada por los políticos. Ahora la sentencia avala la decisión tomada y sostiene que «simplemente ante una situación de emergencia, tras el asesoramiento técnico más riguroso y capaz se tomó una decisión discutible pero parcialmente eficaz enteramente lógica y claramente prudente».
En el recuerdo se quedará por siempre la imagen de miles de aves muriendo lentamente atrapadas en esa viscosa y destructora marea negra. Sin embargo, según la ley, no hay culpables, ni responsables por el desastre ecológico que tiñó de luto la costa gallega y nos sobrecogió el alma a toda España en noviembre del 2002. Según dicen los jueces «no hay ningún dato concreto que permita establecer con seguridad las causas de la repentina e irreparable avería que sufrió la nave» y ponen énfasis en que el PRESTIGE había pasado las inspecciones de American Bureau of Shipping y tenía todos los certificados correctos aunque reconocen, eso sí, que había elementos subsidiarios en el buque que no funcionaba también. En resumen que los magistrados vienen a decir que el desastre se produjo por una concatenación de causas imprevisibles y que, por tanto no hay culpables, ni responsables.
Once años después había solamente tres ancianos en el banquillo de los acusados, que de haber sido condenados ni siquiera habrían cumplido la sentencia por una cuestión de edad. Once años después poco importa ya como se afrontó la tragedia políticamente o que después de aquello el PP fuera sacado del poder en Galicia. En la memoria colectiva, la anécdota de que el entonces presidente de la Xunta Manuel Fraga se encontraba cazando la han convertido sus adversarios políticos en categoría y casi nadie recuerda ya la rapidez y eficacia con la que se distribuyeron las ayudas entre los pescadores durante el tiempo que no pudieron salir a faenar. «Buscábamos que ante un posible nuevo siniestro, no se fueran de cacería y que las decisiones no se hicieran con criterios políticos sino científicos» afirmó el abogado de «Nunca Mais» tras conocer la sentencia.
Ya no vale la máxima de que «quien contamina paga»
Once años son muchos también para la politizada plataforma «Nunca Mais» que ha estado silente y escondida cuando se han producido otras catástrofes ecológicas terribles en nuestro país. ¿Dónde estaban ellos durante el incendio de Guadalajara que no sólo arrasó la zona sino que causó once víctimas? ¿Por qué no levantaron su voz en contra de la mala gestión política o la injustificable ausencia del entonces presidente del Gobierno?
Once años son muchos y ¡claro! también han servido para que algunos se retraten y dejen al descubierto sus contradicciones. Ahora se nos dice que penalmente no hay culpables, que el crimen medioambiental no tendrá castigo y que ya no vale la máxima de que «quien contamina paga». ¡Qué país!
Esther Esteban