Ana Botella, alcaldesa de Madrid, ha quedado achicharrada por la huelga de la limpieza de Madrid. Lo ocurrido es una consecuencia directa de la obsesión por las privatizaciones del Gobierno de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento. Y la tecnología empleada ha sido la connivencia entre las empresas que bajaron los precios de la contratación y un ayuntamiento que conocía las intenciones de estas empresas de garantizar sus beneficios con el despido y la bajada de sueldos salvajes en su plantilla. Ana Botella se puso de perfil y clavó todas las responsabilidades en las empresas contratadas, fingiendo que no conocía las consecuencias del contrato que subscribió con ellas.
Naturalmente que una huelga de limpieza en una ciudad como Madrid conlleva muchos inconvenientes y molestias. El malestar de los vecinos era un vector importante para forzar el final del conflicto; la clave era saber contra quien iban a dirigir los madrileños sus protestas. Hubo un intento de demonizar la huelga, cargando el peso de la responsabilidad de algunas actuaciones -arrojar la basura a la calle y esparcirla, y quemar algunos contenedores- a todo el colectivo de huelguistas y a los sindicatos convocantes de la huelga. El conocimiento detallado de las pretensiones de las empresas hizo insoportable la maniobra de cargar la responsabilidad de la huelga sobre los sindicatos.
Los trabajadores de la limpieza defendieron no solo su dignidad, sino la situación insoportable
Empresas tan pretendidamente honorables como OHL, Ferrovial, Sacyr y FCC, querían una rebaja de salarios del 45 por ciento; despedir a cerca de 1200 trabajadores y pretender que todo eso era legítimo. Sobre un salario medio de mil euros, se puede poner encima de la mesa que esos trabajadores y sus familias subsistan con menos de seiscientos euros al mes, limpiando en invierno y en verano las basuras de nuestras calles.
La dura huelga no era para pedir mejoras laborales; sencillamente los trabajadores de la limpieza defendieron no solo su dignidad, sino la situación insoportable de más de mil despidos y la reducción de su salario a poco más de la mitad.
Si una administración decide privatizar los servicios básicos que le corresponde garantizar, pretender que ha trasladado la responsabilidad de la calidad de los servicios a las empresas contratadas es inaceptable. El Ayuntamiento de Madrid es responsable de la limpieza de las calles. Y además de la dignidad con la que las empresas contratistas traten a sus trabajadores.
El final de la huelga es una victoria de los sindicatos y de los trabajadores de la limpieza de Madrid. Y las grandes lecciones de este conflicto se pueden extraer con facilidad. La unidad de los trabajadores, resistiendo todas las presiones y los intentos de echar a los vecinos contra ellos es la primera clave de la victoria. En segundo lugar, Ana Botella y el ayuntamiento de Madrid han sufrido un profundo desgaste ante una opinión pública mayoritariamente indignada con ellos. Y esta lección avisará al resto de las administraciones publicas de las consecuencias de privatizar servicios sin garantizar la dignidad de los trabajadores que los prestan.
Los sindicatos necesitan revitalizar su utilidad en un mundo en el que los beneficios económicos y los recortes amenazan a todos los trabajadores que todavía tienen empleo. Y esta huelga consigue demostrar que hay métodos legítimos para resistir los intentos de políticas salvajes hacia los trabajadores. Enhorabuena, huelguistas.
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Carlos Carnicero