Vale, lo admito. Soy de los ingenuos que pensaba que la gente ya estaba cansada de la fórmula Call of Duty, hastiada de ese remolón Ctrl C/Ctrl V con el que sus desarrolladores han acostumbrado a salirnos en los últimos años. Soy por tanto uno de los ingenuos (parece ser que pocos) a los que Activision e Infinity Ward, progenitoras de su nueva entrega, sorprendieron hace unos días anunciando los 1.000 millones de motivos por los que dicho pensamiento estaba, como mínimo, equivocado.
Porque son justo eso, 1.000 millones de dólares, ni más, ni menos, los que recaudó Call of Duty: Ghosts el día de su lanzamiento el pasado 5 de noviembre. Unas cifras que parecen burlarse de las que ostenta la superproducción más cara de la historia de este sector, Grand Theft Auto V, a las que CASI han superado sin apenas esfuerzo. Al fin y al cabo, a pesar de costar más de 250 millones y un lustro de desarrollo, la versión videojueguil de Los Soprano no pudo pasar de los 800 millones en su estreno, allá por el mes de septiembre. Por suerte la cosa no pasa del casi, dado que los datos de Grand Theft Auto provienen de lo obtenido directamente de los usuarios, y los de Call of Duty de los beneficios conseguidos por medio de las tiendas o retailers. Una sensible diferencia que no quita para que los números de Ghosts sigan siendo disparatados y, con menos inversión y tiempo dedicado, muy cercanos a los del excelente trabajo de Rockstar Games.
Lo verdaderamente alarmante de la situación es el contexto en el que se logran estas cifras y, en menor medida, las consecuencias de las mismas, a las que los usuarios hemos terminado acostumbrándonos (una generación en la que el género shooter ha copado más de la mitad del mercado, modos multijugador que toman como hoja de calco a Call of Duty…) Ni los fans más acérrimos de la popular franquicia bélica ignoran a estas alturas el hecho de que su apartado técnico y sonoro se ha quedado desfasado. El juego funciona con un motor gráfico que cuenta ya con seis años a sus espaldas, y que cada vez sufre más problemas a pesar de ser remozado cada doce meses. La nueva entrega, apellidada esta vez Ghosts, ha sorprendido a sus compradores con una lista de defectos ampliada, a la que se suman la definición y el framerate, dos de los pocos elementos que se salvaban hasta ahora de la quema. La mala optimización de este nuevo capítulo de la saga se suma así a las razones por las que le mira por el retrovisor su competidor más directo, Battlefield 4 (con el que Call of Duty hace lo propio en el tema ventas).
El problema audiovisual se torna más acuciante aún si cabe ante la inminente llegada de las consolas next gen de Sony y Microsoft, que blanden como uno de los motivos para su compra el salto del que disfrutaremos en este apartado. Un salto prácticamente inexistente en la versión de Ghosts para ambas máquinas. Las capturas de pantalla que uno puede extraer del juego muestran que solo tiene un rival, la entrega con la que la serie nos sorprendió (entonces sí) cuando estrenaba el mismo motor que sigue usando en la actualidad. A muchos no les resultaría raro abrir un día cualquiera el periódico y encontrarse un “Busca las 7 diferencias” de exacerbada dificultad entre dos imágenes, una de Call of Duty 4: Modern Warfare y otra de Call of Duty (11): Ghosts.
Por si la vorágine de críticas, quejas y burlas que ha engullido al juego fuera poca cosa, internet se ha llenado en los últimos días con pruebas de que en la obra se pueden encontrar escenas y mapeados prácticamente idénticos a los de anteriores entregas, reciclados con todo el descaro del mundo. Si a eso le sumamos la eliminación de importantes modos de juego online del repertorio ofrecido (véase el caso de Buscar y Destruir), uno no puede hacer más que preguntarse qué es lo que pasa en la comunidad gamer para que ésta, aún consciente de lo que sucede, siga picando año tras año el anzuelo y premiando con ello la dejadez.
Jugabilidad, dirán algunos. Ni les faltará razón, ni les sobrará. Bien reconocida como dinámica y adictiva, que nadie se engañe, también se puede encontrar en muchos otras obras que la han adoptado con óptimos resultados debido a su popularización, y ni aún así ha evitado ir quedándose estancada y envejecida. Y es que a Call of Duty le pesan los años en todo menos en las ventas.
Un fino hilo de esperanza de cara al futuro abre el hecho de que la crítica sigue bajando, como cada año, la ponderación del nuevo juego, y que, a pesar de todo, las ventas se hayan visto reducidas. Un hilo al que, algunos ingenuos, seguimos aferrándonos.
David Arroyo