Salvo la vida misma, impredecible desde el primer aliento hasta el último suspiro, es la política lo más impredecible de cuanto nos rodea. Se puede augurar huracanes; detectar, antes de que den la cara, muchas enfermedades; prever gastos pero en política todo, o casi todo, está sujeto a circunstancias difíciles de imaginar y siempre complejas de manejar.
Basta con mirar a los dos grandes partidos para poder exclamar eso de «¡quien lo iba a decir¡». La reflexión me ha surgido al ver en televisión la cara emocionada y satisfecha de Susana Díaz mientras intervenía el expresidente Rodríguez Zapatero. ¡Quién iba a decir que de aquellos polvos en los que se vio inmerso José Antonio Griñán y que le llevaron a abandonar su cargo al frente de la Junta de Andalucía nos íbamos a encontrar con estos lodos en los que, precisamente quien apoyara a Chacón se iba a convertir en un elemento de tranquilidad para Alfredo Pérez Rubalcaba! No es de sorprender que el secretario general del PSOE se alegre del mando y poder de Susana Díaz. Gracias a los oficios de esta socialista andaluza, la Conferencia Política salió mejor de lo que esperaban y, gracias a ella, la actual dirección federal va a cumplir su calendario de primarias. Otra cosa será cuando se abra el período de primarias. Entonces y, como es lógico, comenzará la carrera pero todo apunta que no habrá candidato a Moncloa sin el visto bueno de la poderosa federación andaluza. Susana Díaz no necesita competir con nadie. Desde Sevilla manda en Madrid.
Rajoy pudo nunca imaginar que su amigo Luis se convirtiera en la pesadilla Bárcenas
Para imprevisible el «calvario Bárcenas» que vive el PP. ¡Quién le iba a decir a Rajoy que Luis, el Luis «de toda la vida» al que nunca ni él ni nadie -a Cospedal nunca le gustó- cuestionaba en el partido, del que todos se fiaban, que se encargaba de los dineros que para eso se le contrató y no como mileurista, ¡quién les iba a decir que además de manejar dineros, tomaba notas!. Personalmente no me imagino ni a González, ni a Aznar, ni a Zapatero, ni a Rubalcaba, ni, desde luego, a Mariano Rajoy interesándose por los recibos de la luz, el agua o la calefacción de sus sedes. No me imagino a ningún responsable político de primera línea ocupándose de algo de lo que no tienen la menor idea. Ninguno de los citados tienen la menor idea sobre contabilidad y a todos eso de los balances les parece cosa de otro mundo. Todos y también a Rajoy han delegado y seguirán delegando esas cuestiones al tesorero de turno. La diferencia es que hay tesoreros que no dan sustos y otros que te llevan a vivir en un ¡ay! permanente.
Los imprevistos pueden tener efectos balsámicos, como es el caso de Susana Díaz, que, aún cuando puedan resultar efímeros, ayudan a coger oxígeno y los hay que conducen directamente a un «vía crucis», como es el caso de Luis, el «Luis de toda la vida». Ni Rubalcaba imagina en Sevilla lo que Sevilla iba a representar en estos duros tiempos como secretario general del PSOE y, ni mucho menos, Mariano Rajoy pudo nunca imaginar que su amigo Luis se convirtiera en la pesadilla Bárcenas. Así es la política. Como la vida misma, llena de sorpresas.
Charo Zarzalejos