jueves, octubre 3, 2024
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Un respiro para Irán y para Barack Obama

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Después del acercamiento entre los EEUU e Irán en la Asamblea General de la ONU, en el mes de septiembre, se han producido negociaciones diplomáticas en Ginebra entre el 20 y el 24 de noviembre que han desembocado, tras superar las reticencias iniciales de Francia y las presiones de Israel en un acuerdo provisional sobre el programa nuclear iraní. En este acuerdo han participado Irán, por un lado, y los EEUU, Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y China, por otro; salvo Alemania, potencias con armamento nuclear y a las que se llama grupo P5 (por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad) + 1. El objetivo es asegurar la no proliferación nuclear horizontal, es decir, que no se extienda el arma nuclear a más países, en este caso Irán.

Las causas de este acuerdo hay que buscarlas tanto en los efectos graves de las sanciones económicas internacionales contra Irán como en el cambio de política hacia un nuevo pragmatismo del nuevo presidente Hasan Rohaní y del Ayatolá Ali Jameneí. También en la necesidad de Barak Obama de obtener algún acuerdo relevante que avale su política exterior «blanda». En cuanto al contenido del acuerdo, que no se ha hecho público todavía, parece que se trata de un plan de acción de seis meses que permita lograr un acuerdo definitivo. A cambio de renunciar a la obtención del armamento nuclear, suspender temporalmente el programa de enriquecimiento de uranio (de las declaraciones de las partes se deduce que el derecho a enriquecer uranio de Irán todavía está en discusión) y eliminar el uranio ya enriquecido, Irán ha conseguido el levantamiento del bloqueo sobre parte de sus depósitos bancarios -4.200 millones de dólares- y la suavización parcial de las sanciones internacionales sobre el petróleo y las transacciones comerciales. Estas sanciones habían sido adoptadas por los Estados Unidos y la Unión Europea unilateralmente o en aplicación de las resoluciones que las Naciones Unidas habían adoptado. El Organismo Internacional de la Energía Atómica deberá poder practicar las inspecciones necesarias y efectivas para certificar que se cumplen las obligaciones de Irán.

El Acuerdo, del que se han felicitado los actores principales, además de ser un respiro para la economía iraní, puede inaugurar una época de cambios en Oriente Próximo, pero también suponer a medio plazo una alteración del equilibrio de poder en la región. Como Arabia Saudí, perjudicada en este sentido, se ha encargado de mostrar a los EEUU. Aquí también hay una cuestión de rivalidad por el poder regional entre grupos de musulmanes suníes (Arabia Saudí) y chiíes (Irán). El problema de la relevancia política del acuerdo está también en la posición de enrocamiento de Israel, cuya desconfianza le ha llevado a no aceptar en ningún momento la veracidad del cambio de la política iraní. Con desfachatez el Gobierno de Israel ha rechazado cualquier tipo de acuerdo entre las potencias e Irán, llamándolo «error histórico», lo que supone negar a Irán el uso pacífico y civil de la energía nuclear. Si se le ocurre a Israel la barbaridad de realizar un ataque sobre instalaciones nucleares iraníes puede sabotear todo lo conseguido hasta el momento. En este sentido el acuerdo es no sólo provisional, sino también frágil, posiblemente como todos los acuerdos que se adoptan en esta zona tan conflictiva del planeta y donde hay tanta incertidumbre.

Julio Vives

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