viernes, noviembre 22, 2024
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Un partido violento

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El campo fue una guerra de guerrillas, pero solo se vio a los combatientes de un bando, los supuestos enemigos todavía no habían vuelto de su anterior frente de batalla. No hubo guerra.

Algo no funciona en este Madrid cuando se enfrenta a un GRANDE. El Atlético lo es, el Schalke del 1-6 era un equipo de Nintendo y se ha demostrado hasta ahora que Ancelotti no pasa de la Play Station.

El campo de batalla.

El italiano sacó unos laterales que tuvo que cambiar a última hora para intentar tener una forma de hacer llegar el balón al tridente blanco, aunque claro, cabe pensar que como su Play es de última generación todavía no la controla perfectamente ¿Y el centro del campo? Durante mucho tiempo los merengues se dedicaron a cavar zanjas como única tarea tras el madrugador acierto de Benzema. Tuvo que salir el recluta Isco para que llegaran los avituallamientos al frente de los soldados millonarios y menos mal que uno de ellos, el comandante Ronaldo, consiguió realizar un disparo certero. Se firmó la paz y cada uno se llevó su de botín.

Los guerrilleros habían perdido dos puntos, el ejército blanco ganó uno y rentabilizo el desastre.

Se firmó el armisticio.

Como siempre, cada bando contó la batalla según sus intereses. En este caso las palabras de Ancelotti fueron “ruines” al acusar a los guerrilleros atléticos de intentar poner el partido violento, “nosotros no jugamos así” matizó en la sala de conferencias el general italiano ¿Y cómo quieren jugar?, ¿cómo quieren ir a un campo de batalla? Ya, con la Play Station.

Por su parte, el Atlético de Simeone  peleó como sabe, con esfuerzo, con entrega, con pasión, agotando el aliento. Sabían que lo suyo era una guerra de guerrillas y muchas batallas se ganaron enfrentando escopetas a cañones, aunque estos te destrocen con un par de descargas. Así estaba al final el subversivo argentino, orgulloso de sus hombres “que luchan contra todo y contra todos”.

El héroe.

Estuvo en la batalla como los buenos guerrilleros, de francotirador o atrincherado. Belicoso, combativo, ducho en el cuerpo a cuerpo, ahí donde las puñaladas llegan por la espalda y en silencio.

Fue la avanzadilla de los guerrilleros, agazapado, bravucón o pendenciero, pero nunca acobardado. Su presencia causo pánico en la retaguardia blanca. Y fue el más valiente, el mejor de todos.

En el reverso de la medalla al valor que le impusieron al final de la contienda se puede leer: “Su gloria está en la selección”. Y Diego Costa en verdad debe estar ahí, en la guerra mundial que se avecina en un lugar llamado Brasil a las órdenes del mariscal Vicente del Bosque.

Aunque no acertara en sus disparos “al blanco”, nadie puede negar que el hispano-brasileño es un auténtico combatiente presto para la batalla, ducho en saltar zanjas, sortear fosos y destrozar parapetos, llámense Ramos, Pepes, Arbeloas o aquél que le golpee en sus costillas.

JA Ovies

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