“Estos días azules y este sol de la infancia” escribió Antonio Machado días antes de morir, en Colliure, hizo ahora setenta y cinco años. Va para cien que también dijo:
“Y es hoy aquel mañana de ayer… Y España toda, / con sucios oropeles de Carnaval vestida / aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda; / mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.”
Sin anacronismos, señaladamente durante la Guerra alertó:
“En las encrucijadas del camino / crueles enemigos nos acechan: /dentro de casa la traición se esconde, / fuera de casa la codicia espera.”
Vivió con la poesía de la mano, por tanto leámoslo en su tiempo. Pero frente al “mañana estomagante escrito en la tarde pragmática” proclamemos la vigencia “de la rabia y de la idea”, de la pasión “nel mezzo del cammin”, de la inacción al contemplar “el campo envuelto en un fanal de lluvia y sol”. Con la oportunidad de su recuerdo tengamos la honradez, la verdad y la belleza en sus altares.
Los de mi generación lo leímos primero como un paisajista con trasfondo, para ir poco a poco descubriendo su hondura irreductible y su profesión de bonhomía republicana.
Vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, Machado perteneció a la estirpe de quienes prefieren “lo vivo a lo pintado”, como es propio de quien “piensa, canta o sueña”. Y su memoria al cabo nos la hemos venido a componer como la de un personaje desaliñado y honesto, alguien que “convencido de ser, desdeñaba el aparentar”, “incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad”, siguiendo la estela de lo que él escribiera sobre don Francisco Giner de los Ríos.
Recordémosle vestido con ese traje usado, el que él mismo hizo a Giner a modo de homenaje laico; un traje humilde, pero cosido con todo el amor y respeto del mundo:
“Sed buenos y no más, sed lo que he sido / entre vosotros: alma. / Vivid, la vida sigue, / los muertos mueren y las sombras pasan; / lleva quien deja y vive el que ha vivido. / ¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!”
Es lo que él fue y es lo que él dijo. Sea también el suyo ahora, in memóriam, “un duelo de labores y esperanzas”.
José Luis Mora