Algunos de los principales diarios españoles llevaban, en la mañana de este domingo, alusiones en sus portadas al décimo aniversario de la matanza que, en las cercanías de la estación de Atocha, causó, el 11 de marzo de 2004, 192 víctimas que perdieron la vida, mientras otras mil quinientas quedaban heridas de diversa consideración. Uno de los hechos más luctuosos en la historia de los atentados terroristas en España sigue, aún, requiriendo explicaciones, porque se mantienen las lagunas sobre la autoría y los 'cerebros' de aquel increíble acto de terror y barbarie, atribuido mayoritariamente al fanatismo yihadista. Y aún en la asamblea constituyente de un nuevo partido, el derechista Vox, se pidieron este fin de semana explicaciones sobre el 11-M. Cierto que aún algunos sugieren, cada vez con menos fuerza, connotaciones oscuras, prevaricaciones judiciales, corrupciones policiales, connivencias con el terrorismo de ETA. Pero esas especulaciones, que en algunos momentos ocuparon mucho espacio en determinados periódicos y programas televisivos, ya no se toman en consideración por ningún analista serio.
Y los deseos 'estelares' del juez que protagonizó aquel juicio no son tomados en cuenta sino en alguna esporádica entrevista en la que el propio magistrado reconoce la existencia de algún punto no del todo aclarado.
Lo más probable es que este sea el último aniversario de aquel trágico 11 de marzo de 2004 que se conmemore con tanto despliegue mediático. Todos coinciden en que también probablemente, como ha sucedido en tantos otros acontecimientos lamentables en la historia, desde el asesinato de Kennedy hasta la planificación del intento de golpe del 23 de febrero en el Congreso de los Diputados, esos puntos oscuros que restan para una explicación total de lo que ocurrió, de por qué ocurrió y de quién estuvo en los planes iniciales del lamentable suceso, se van a mantener para siempre. Nunca se aclarará hasta la última coma todo lo que llevó a aquel desenlace de casi doscientos muertos y millar y medio de heridos, algunos discapacitados para toda su vida.
Resulta curioso que los dos principales periódicos españoles coincidiesen en publicar este domingo un artículo del mismo especialista en terrorismo. Pero ni él, ni ningún otro, dieron ni un paso más allá en la explicación del 11-M, que probablemente cambió incluso el signo de la política española; la gestión de las primeras explicaciones, la reacción en general del Gobierno presidido por Aznar, fue tan desastrosa que posibilitó el acceso al poder del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, y Mariano Rajoy tendría que esperar otros siete años para llegar a La Moncloa. Eso sí, las tesis 'conspirativas' alentadas por algunos extremistas en artículos, libros y tertulias radiofónicas y televisivas, han perdido casi toda su fuerza. Y la tesis, sustentada inicialmente por el ministro del Interior Ángel Acebes en las horas siguientes al atentado, de que ETA había tenido que ver en el sangriento atentado, se ha desvanecido. Casi lo mismo que la propia ETA, que en 2004 aún era la gran pesadilla oficial, una pesadilla en la que el terrorismo islamista no había irrumpido aún ni en las investigaciones de los servicios de seguridad ni en las de los servicios secretos, que, al mando entonces del diplomático Jorge Dezcallar, no acertaron a ofrecer explicaciones bastantes a la dolorida ciudadanía.
Esta virtual desaparición del terrorismo de todo signo y el pacto tácito de las fuerzas políticas en la lucha contra el terror en cualquiera de sus formas, es, acaso, la mayor esperanza que nos cabe diez años después de aquello. Confiemos, desde luego, en que se mantenga. Nadie habla ya del terrorismo como una de las principales preocupaciones de los españoles, agobiados más bien por el paro, la situación económica y la inercia de los políticos. Que, por cierto, andan sumergidos ya en el proceso electoral europeo, aunque aún el principal partido, el PP, no nos haya ofrecido el nombre de quien encabezará su candidatura, siendo Miguel Arias Cañete quien lidere, al menos, las quinielas y también la valoración de los encuestados sobre un Gobierno en el que, de todas maneras, suspende la totalidad de los ministros, comenzando, claro, por su presidente. El hombre que, hace ahora precisamente diez años, se quedó sin la victoria electoral que ya daba por segura, precisamente por las consecuencias políticas de ese atentado terrorista del 11 de marzo, cuyas víctimas nunca han sido, por cierto, suficientemente homenajeadas. Quizá porque tanta teoría conspirativa nublaba las mentes de quienes deberían, deberíamos, haberles prestado mucha más atención, bastante más cariño, y sé bien de qué hablo.
Fernando Jáuregui