Nacida norteamericana, a Marie Louise Fuller, Mary Louise Fuller según otras fuentes, los franceses la llamaron La Loïe Fuller, y así figura en ese olimpo de nalga musculada de las diosas de la danza.
Nació en 1862 y murió en 1928. Muchas veces se ha dicho que abrió camino a mujeres rompedoras como las también norteamericanas Isadora Duncan y Ruth Saint Denis, pero menos se conoce de la relación de amistad –llevada de una admiración mutua– que tuvo con Marie Curie, no obstante hubiera de imponerse finalmente la sabia, terca como se mantenía la artista en su afán de hacer danzas con un vestido irradiado, acaso su famosa Danse de la serpentine, que filmaron los hermanos Lumière… Ya con todo presto para el espectáculo La danse du radium, hubo de abandonar su idea de irradiarse la ropa de la escena, para iluminarla. Madame Curie le dijo que, además de peligroso, aquello sería muy caro.
No había podido montar La danse du radium, pero tras su regreso de aquel exitoso viaje a México de 1897, donde La Loïe Fuller descubriría las luces del vestido de torear, cuando Isadora aún no había comenzado a mostrar su poderosa –y también encendida– muslada, aquellas iluminaciones novísimas para la escena que ideó la propia Fuller, y los vestidos de seda que ella misma diseñaba, concitaron los asombros y encantamientos eróticos de buena parte de Europa, y especialmente del París de los simbolistas y otros embebecidos en la seda y la luz de la ballerina.
Algo se ha avanzado ya su éxito en México, cuando aquel viaje de 1897.
Se sostiene razonablemente que muchos lances de capa en los que son genuinos intérpretes los toreros mexicanos, pues reinventaron las largas, los recortes y los faroles, las serpentinas y las revoleras, para mayor lucimiento del toreo de capa, provienen de la impronta excepcional que dejó La Loïe Fuller.
Pero, si legendarios son los ayuntamientos carnales del torero Luis Mazzantini y la actriz Sarah Berndhard en el Hotel Inglaterra, en La Habana, allá por 1866, no lo son menos los encuentros igualmente carnales que hubo entre La Loïe Fuller y León Prieto El Señorito Orizabeño, en sus inicios, y luego, sin más, León Prieto El Señorito, nacido en 1873 en Orizaba, Estado de Veracruz.
Ya con cierto nombre, toreó una novillada en la Plaza Bucareli, en la capital mexicana, poco después de que arribara al país La Loïe Fuller, que había sido invitada al festejo, quedando fascinada, no ya con el espectáculo, sino con El Señorito. Es fama que aquella misma noche la pasaron en feliz y repetida copulación. Cosa memorable, pues, que nunca pudo olvidar León Prieto El Señorito, según contaba el matador de toros gijonés Bernardo Casielles, para quien la saltillera de Armillita, la orticina de José Ortiz, la caleserina de El Calesero, y hasta la gaonera de Rodolfo Gaona, aparecen tras una suerte de destilación de los lances que los toreros mexicanos iniciaron luego de inspirarse en La danse de la serpentine de La Loïe Fuller.
La vida de El Señorito, empero, no fue feliz, más allá de sus inicios tauromáquicos y de su enchulamiento amoroso con La Loïe Fuller.
Ya ida la bailarina de México, logró tomar la alternativa, en 1898. Pero, apenas un año después perdió la pierna derecha en San Andrés Chalchicomula. No fue por una cornada. Fue por un tiro que le disparó un ganadero, en los corrales de la plaza, cuando el torero dio en reírse del trapío escaso que tenía la corrida anunciada, diciendo que matar aquellos animalitos sería tan criminal como la matanza de inocentes decretada por Herodes.
Tras la amputación, cuatro dedos por debajo de la rodilla, y animado por los españoles Guerrita y El Tato, El Señorito intentó seguir con una pata de palo, pero pasaba muchas fatigas en el ruedo y ni siquiera en el toreo cómico logró hallar acomodo.
Murió, como La Loïe Fuller, en 1928.
José Luis Moreno-Ruiz