La vida, tarde o temprano nos golpea a todos y, en muchas ocasiones, sólo hay dos caminos: o tiras la toalla y te derrotas o, simplemente, luchas hasta salir de la fatalidad, lo cual casi siempre tiene premio. Estos días he leído fascinada la historia que nuestra colega María Ramírez nos ha contado desde New York, con el título «una pierna biónica para renacer» que cuenta como una bailarina que perdió una pierna en la explosión del maratón de Boston, va a poder volver a la pista gracias a lo último en investigación y tecnología.
El artífice del milagro es el profesor Hurg Herr que, con 17 años, siendo ya un consagrado alpinista, se perdió cuatro días en una montaña y cuando lo encontraron tuvieron que amputarle ambas piernas por congelación. Él mismo se construyó con piezas de madera y metal unas prótesis y hoy 32 años después de ese accidente dirige un laboratorio que crea revolucionarias piernas biónicas. Su equipo de 35 personas se concentra en construir piernas, rodillas y tobillos conectados con unos sensores a los nervios que quedan en los muñones y que todavía son capaces de transmitir las órdenes del movimiento exacto que querrían hacer con su pierna ausente. Su último invento se llama BIOM y es capaz de evitar el movimiento de los músculos que ya no existen con un cálculo concienzudo de la presión en cada paso de personas de la misma altura, peso y características que el afectado. Las piernas están hechas de silicona, titanio, aluminio y carbono tienen sus propias baterías y están programadas con información descargada de un ordenador.
Gracias al trabajo de investigación de este profesor y su equipo, la bailarina Adrianne Hastel Davis -una profesora de bailes de salón que estaba animando a los maratonianos cerca de la línea de meta y perdió una pierna en la explosión- ha podido volver a bailar. Hace unos días, -según relata la crónica de María- la joven se puso su vestido de flecos, unas bailarinas planas y salió a hacer una demostración con su pareja de baile en el escenario de la conferencia de tecnología y diseño en Vancouver. Sonaba una rumba de Enrique Iglesias y bailo a la perfección. La imagen de la joven bailarina sobre su pierna biónica es impresionante y, la verdad es que pone los pelos como escarpias.
Cuando uno lee este tipo de historias, se reconcilia nuevamente con la humanidad y yo personalmente tengo la sensación de que mi trabajo cotidiano, ese que tiene que ver con la actualidad política y los políticos no tiene la menor trascendencia e importancia ante hechos y personas tan brillantes y excelentes. Estamos en plenas vacaciones y estoy harta de escribir sobre la crisis, el desafío independentista de Cataluña, la corrupción de todos y en todas las más repugnantes formas o incluso los últimos acontecimientos de Ucrania.
Todo es importante pero lo que de verdad importa son las historias de superación como la del profesor Hugh Herr y la bailarina que ha conseguido volver a la pista. La única moraleja de la historia es que con crisis o sin ella la investigación no puede ni debe parar y los fondos que se emplee en ella son el dinero mejor empleado del mundo. Felices vacaciones a todos.
Esther Esteban