Es una lástima, pero la campaña para las elecciones europeas del 25 de mayo va a ser, en España, de todo menos europea. Bueno, a menos que usted considere como tal el debate acerca de si una Cataluña independiente podrá -como dice el Consejo Asesor para la Transición Nacional, órgano pagado por la Generalitat y a cuyo dictamen hemos dado todos un injustificado relieve- ser miembro de la UE de manera inmediata, o no, como dice la propia UE. Es decir, va a ser más bien una campaña centrada en Cataluña, en si accedería o no a la Unión Europea en caso de independencia, en si finalmente se celebrará o no la consulta independentista, que cualquier otra cosa. Lo que es una lástima, porque lo cierto es que son muchos los europroblemas, y muchas las eurosoluciones que hay que encontrar para resolverlos, como para andar metidos en un falso debate localista que ni Artur Mas ni, obviamente, su portavoz-asesor Homs son capaces de desentrañar, y menos de falsificar, por mucho que lo intenten.
Va a ser una campaña centrada en Cataluña, en si accedería o no a la Unión Europea en caso de independencia
Me temo que, a este paso, vamos a perder todos, Mas el primero, la oportunidad de entendernos de aquí a la marcha a las urnas el 25 de mayo. Mal han comenzado socialistas y populares, tirándose a la cabeza la herencia recibida, en lugar de mirar hacia las alturas. Peor aún se han puesto las cosas, con insultos y abucheos al Jefe del Estado y al himno nacional durante un partido de fútbol para ganar una copa que lleva el nombre del Rey y en el que el Barça (que se proclama independentista) era uno de los contendientes. Mal asunto que una cuestión política salpique los estadios deportivos, a las instituciones culturales, a los medios de comunicación. Se está instalando un cierto clima de guerra, y ya se sabe que en las guerras, especialmente en las verbales y jurídicas -menos mal: aquí no pasamos de ahí, aunque insensatos hay que quieren establecer comparaciones ucranianas, Dios mío-, la principal víctima es la verdad.
Y ya no digamos lo ocurrido en Barcelona, donde portavoces oficiales llevan semanas tratando de retorcer los dictámenes del Tribunal Constitucional y de las instancias europeas en un intento de desmentir lo obvio: que ni el referéndum -anunciado por Mas a bombo y platillo a todos los primeros ministros europeos- es constitucional, ni Cataluña podría integrarse en las estructuras europeas si se independizase. Mentir a los ciudadanos puede ser grave; que un conjunto de ciudadanos esté deseando, por las razones que fueren, dejarse engañar, resistirse a ver lo que es patente, es algo más grave y preocupante aún.
Ni el referéndum es constitucional, ni Cataluña podría integrarse en las estructuras europeas si se independizase
Yo diría que hemos llegado a este paréntesis vacacional en un clima asfixiante. Con el juez Ruz rastreando presuntas corruptelas del PP, muy oportuna y preelectoralmente denunciadas por el delincuente Bárcenas, y la juez Alaya descubriendo presuntos escándalos en los que estarían involucrados los socialistas andaluces, los sindicatos y hasta la patronal, también muy puntualmente sacados a la luz en momentos de tensión política en Andalucía. Súmele a todo esto lo de Cataluña y los disparos de sal gorda que han empezado a menudear en la campaña electoral y tendrá usted un resultado altamente probable: aquí no va a votar el 25 de mayo -domingo presuntamente florido y soleado- ni el gato. Ya sé que a nuestra coriácea clase política ya pocas cosas le hacen mella, pero ¿qué ocurrirá si el porcentaje de abstenciones supera con creces la media europea (campeones también en esto, como en el paro)?. Quizá nada, dirá usted. Pues eso, precisamente eso, es, me parece a mí, lo más inquietante.
Fernando Jáuregui