viernes, noviembre 22, 2024
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Phenomena

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No hubo entrantes ni menú light, sino tres platos fuertes como son El Silencio de los Corderos, Seven y Sospechosos Habituales. Y no hablo de sangre ni matanzas, sino de buen cine americano como buenas son las novelas de James Ellroy o Dashiel Hammet.

Viajamos al año 1991, Anthony Hopkins da un golpe sobre la mesa y retrata al singular psicópata culto, inteligente y refinado. El hombre que, sólo con una inteligencia prodigiosa, es capaz de controlar una situación pese a estar atado a una camilla con un bozal de cuero y metal. Su personaje, Hannibal Lecter, como luego hiciera Heath Ledger con el Joker, pese a no ser el protagonista, es el verdadero motor de la película.

1991. Anthony Hopkins da un golpe sobre la mesa y retrata al singular psicópata culto, inteligente y refinado

En su momento fue un punto y aparte en el género tanto por el genial personaje como por secuencias icónicas: la máscara de cuero, la celda con pared de cristal, el traje de piel, la cara de quita y pon, el bailecito delante del espejo, la secuencia en nightvision, el entomólogo bizco y la maravillosamente simple manera de secuestrar a alguien con una furgoneta casi sin hacer nada. Sencillez que luego reconocí en una peliculita llamada Fargo.

Jonathan Demme, el director de Philadelphia (y nada más), parte de la sencillez narrativa para introducirnos de manera mucho más efectiva en el terror tras lo cotidiano y en las conversaciones que parecen naturales y, sin embargo, son torvas como el clavo del quinqué en el saloon del far west.

1995, nueva vuelta de tuerca al género. Salido de pegarse con todo el mundo tras Alien 3, David Fincher, toda una celebridad en el mundo del videoclip y de la publicidad por aquel momento, irrumpe con la que se puede considerar su verdadera Ópera Prima: Seven.

Del guión de Andrew Kevin Walker, imitado después con la estructura de “plan maestro” y cierre contundente e inesperado, y con la fotografía del genial Darius Khondji, que maltrató el negativo y lo llevó a límites espléndidamente oscuros, consigue una auténtica obra maestra.

Mueve a su antojo a la pareja de policías (no Buddy Movie como Arma Letal, Tango y Cash o Danko, Calor Rojo) a lo largo de una semana bajando, escalón a escalón, hasta las puertas del Infierno. La experiencia y la reflexión ante la juventud y los impulsos. El que sabe el oficio y mira detrás del telón contra el listillo recién llegado que se cubre de gloria cuando dice delante de un cuerpo de 150kg en la sala de autopsias “señores, creo que estamos ante el caso de un asesinato”.

Con estos dos personajes, una dirección de arte impecable, una fotografía opresora y un ritmo pausado, nos lleva a una ciudad sin ubicar donde llueve a lo Blade Runner y se hacen confesiones íntimas agobiados por un sonido ambiente que no da descanso ni al levantarse de la cama. Un auténtico maratón de sensaciones duras que, desde el día que fui a verla a Callao por primera vez, reconocí como el auténtico cine.

Mueve a su antojo a la pareja de policías a lo largo de una semana bajando, escalón a escalón, hasta las puertas del Infierno

Por último, Sospechosos Habituales. Brian Singer consigue poner el listón tan alto que el resto de sus trabajos pasa siempre por debajo sin siquiera mover levemente su marca.

La película es un diálogo constante entre el policía italoamericano de aspecto acartonado Chazz Palminteri y el tullido Kevin Spacey. Más de lo mismo, lo de toda la vida. Parece que no saldremos de la sala de interrogatorios nada más que a través de la voz en off (recurso teóricamente denostado en el cine y a veces maravillosamente utilizado) en la búsqueda de un mítico criminal llamado Kaiser Soze.

Con un ritmo más rápido que las dos anteriores, combina lo mejor de las elipsis de este tipo de narración con las pausas necesarias para poder recapacitar sobre lo que se está viendo. Es importante no contarlo todo, sino dejar un espacio al espectador para que intuya cosas, imagine por dónde van a ir los tiros (nunca mejor dicho) o de quién debe sospechar hasta su épico final escrito con letras doradas en las páginas de la historia del cine.

La intención de escribir aquí es transmitir mi pasión por las historias tanto en la sala como en el salón, pero es un tanto difícil hablar de tres enormidades en el mismo post y no soltar spoilers. Nos volveremos a ver hablando más tranquilamente de lo que merece la pena ver, de hoy y de siempre.

Como nota mental a modo de post data, hago observar que Kevin Spacey está en dos de estas tres maravillas de lo más sórdido de nuestra época. Si queréis continuar el ritmo podéis verle en House of Cards donde sigue siendo lo peor de la sociedad, esta vez como político.

Nacho Clemente

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