domingo, noviembre 24, 2024
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¿Dónde está mi pollo?

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Se dice que las falsedades se clasifican en mentiras, medias verdades y estadísticas. La mala fama de estas últimas no se debe sólo a las maquinaciones del poder para “maquillar” convenientemente los resultados de las encuestas o los estudios basados en ellas. Son peligrosas en sí mismas por lo útiles que pueden resultar para el mentiroso.

Viene esto a cuento de las cifras macroeconómicas de la economía española. Cada día desde hace ya varias semanas, nos acribillan las meninges con píldoras de mejora. Nadie menciona los brotes verdes, pero sí nos hablan de lo bien que marcha el PIB, de la deuda externa, de las inversiones extranjeras, de las exportaciones, de las balanzas de pagos, de la Bolsa y, cómo no, de la banca. De prácticamente todo salvo del paro, de las subidas de los precios en los productos más cotidianos y los de primera necesidad, de llegar al fin de mes… vamos, la vida misma de cada día en cada una de nuestras casas.

En tiempos pasados un humorista televisivo explicaba la ciencia de la estadística como la que es capaz de demostrar que “usted y yo comemos dos pollos aunque usted se coma los dos y yo me muera de hambre”. Ahora, las estadísticas afirman que cada español, por el mero hecho de serlo, tiene casi veintitrés mil euros anuales en su bolsillo (Eurostat, Renta Per Cápita en España, marzo de 2014), aunque más de uno no tenga nada por más que se rebusque. Que se lo cuenten, si no, a esos casi dos millones de hogares con todos los miembros de la familia en paro (Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística, enero de 2014).

Las estadísticas afirman que cada español, por el mero hecho de serlo, tiene casi veintitrés mil euros anuales en su bolsillo

Sí, indudablemente estamos mejor que en Somalia. Y debemos de estar mejor que antes cuando esta Semana Santa nos hemos echado a la carretera y hemos llenado hoteles, playas y restaurantes. Pero eso de que el ahorro doméstico ha subido gracias a la buena marcha del país, uhmm… como que no me lo creo demasiado. ¿No será que no gastamos porque no tenemos un euro para gastar más que en lo estrictamente necesario?

Mientras tanto, que el hasta hace dos días presidente de la Asociación Española de la Banca (AEB), Miguel Martín, diga que la situación de los bancos españoles es “grave” y que en 2014 aún pasará por duras dificultades cuando acaba de anunciar beneficios de casi siete mil trescientos millones de euros resulta bastante poco presentable. Aunque tampoco es que me extrañe su queja. Hace muchos años, un multimillonario español con una cuenta reconocida por él mismo de más de doce mil millones de pesetas en un banco se lamentaba de estar en la ruina aunque, eso sí, seguía coleccionando coches Bentley y Rolls-Royce. Sólo de estos últimos tenía doce en su casa. Una casa cuyo tamaño pueden imaginarse si tiene un garaje capaz de albergar tanto vehículo de lujo. Y hace cosa de un año, un industrial norteño se quejó porque la prensa había sacado a su familia entre las cincuenta más ricas de España. Se le calculaba un patrimonio de cerca de sesenta millones de euros y él lo negaba. Pero créanme: llegaba a fin de mes mientras otros muchos, demasiados en este país se preguntan dónde está su pollo.

Carlos Matías

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