Bonito e interesante asunto éste de los nombramientos, con mucho morbo periodístico. En manos de un buen prestidigitador político puede desviar la atención sobre lo que verdaderamente puede ser interesante, incluso semanas. Hoy aparece en los medios la noticia del no nombramiento de la persona (en los medios aparece como masculino, pero yo prefiero usar un auténtico genérico) que sustituirá a Natalio Grueso al frente de los teatros municipales (así en plural) de la ciudad de Madrid. La noticia destaca que se designará a un comité de expertos para abordar dicho nombramiento. La discusión política, al parecer, se ha devanado en qué expertos se deben elegir para nominar al “nombrable”, más aún, quién designa a los expertos que nombrarán al “nombrable”. Los comentarios del político responsable del asunto son tan precisos como éste: “El proceso será lo más plural posible”. Mientras que la prensa se empeña en señalar, por el contrario, lo singular de un nombramiento que no es estrictamente a dedo.
Sin embargo, como personaje teatral y, por lo tanto, concernida en el asunto de manera directa, son otras las preguntas que me hago y a las que ni el equipo de gobierno, ni la oposición, ni siquiera la prensa dedica la más mínima atención: Qué motiva este cambio, acaso el ayuntamiento se plantea un cambio en su política cultural, no tienen a nadie a quién nombrar o es una operación de imagen. ¿Cuál es la política teatral de la ciudad de Madrid?, ¿un profesional puede ponerse en solitario al frente de toda la programación de los teatros municipales de Madrid con garantías de hacer un buen trabajo?, cuál es el modelo de gestión por el que apuesta el Ayuntamiento, cuando no cesa la polémica por los deseos privatizadores del gobierno municipal.
A imitación del mundo del fútbol, a los políticos les gusta poner al frente de instituciones culturales a “fichajes” con criterios de lo más peregrinos, la falta de políticas y proyectos culturales lo aguanta prácticamente todo. La cantidad de oportunidades, proyectos, creatividad, energía, tiempo y dinero que se han perdido por el camino, hacen que no dispongamos de un entramado cultural de sólidas raíces que tanto se echa de menos en esta dura crisis que está resultando devastadora para las artes escénicas.
Así es que, con todo, seremos positivos y desearemos que sea para bien este intento de pluralidad tan singular. Porque no se me tache de crítica poco constructiva y para ayudar a los expertos, que esto tiene que estar “ventilado” en junio y estamos terminando abril y ni siquiera se sabe quiénes van a ser, les propongo que observen los procesos serios de selección de profesionales que ya se han realizado en nuestro país y que se realizan en los países del entorno, aprendiendo de sus éxitos y errores. Bueno, eso si lo que se quiere es poner al frente del entramado teatral madrileño, una buena gestión profesional, con un proyecto sólido a medio/ largo plazo, independiente de los avatares políticos. Si no es así y todo esto es una tomadura de pelo más, me permito recomendar una característica fundamental a tener en cuenta en el nombramiento. Una licencia que me tomo a sabiendas de que, seguramente no aprecien mi interés y buena disposición: busquen a alguien que no tenga nada, pero nada que ver con el mundo teatral, ni siquiera algún amigo en el extranjero. Será la mejor manera de que ni le duela ni le afecte nada de lo que pase.
La dama boba