Tan cierto es que el juez Elpidio José Silva anda desorientado y confuso, como que cualquiera andaría igual en la situación kafkiana en que le han colocado. Cualquiera, y más que cualquiera, un juez, acostumbrado de suyo a la intangibilidad sacerdotal, casi divina, de su cargo. Me refiero al comportamiento un poco trabucaire y desatentado del juez ante el Tribunal que le juzga por haber estimado conveniente la prisión preventiva de Blesa. ¿Sería muy distinto el del presidente de dicho Tribunal si se hallara, en vez de ocupando el alto sitial que ocupa, en el banquillo? A tenor del carácter vivo, acaso demasiado vivo, que viene exhibiendo en la Sala, no sería disparatado suponerle, en ese caso, más montaraz si cabe que su caído colega canario.
Dejando a un lado los perendengues legales y jurídicos que han posibilitado el sindiós de un Blesa actuando de testigo contra el juez que entendía en el caso de uno de sus presuntos desafueros, algunos de esos perendengues seguramente puestos en razón pues velan por la seguridad jurídica y procesal de las personas, la clave del asunto a nadie se le escapa, por mucho que se pretenda desviar el foco hacia la personalidad singular del juez Silva. A Blesa no es que se le identifique unánimemente con la mayor estafa jamás habida en España, sino que los hechos, sin ir más lejos el muy relevante de que la Caja de Ahorros que dirigía se las arregló para levantarles los cuartos a sus clientes de toda la vida mediante el timo de las Preferentes, sugieren que el personaje no fue del todo ajeno a la brutal y masiva exacción que se ha cobrado ya la salud y aun la vida de varias personas. Sentar en el banquillo al juez que, bien por el caso paralelo del banco de Florida, actuó contra él, no deja de causar, comprensiblemente, asombro y consternación en la mayoría, y de suscitar dudas sobre la independencia y la rectitud de la Administración de Justicia.
Elpidio José Silva puede ser un señor extravagante, e incluso algo mesiánico, o ególatra, o soberbio, pero que se están pasando varios pueblos con él, de eso a nadie le cabe la menor duda. Eso le emparenta mucho, por cierto, con la mayoría de los españoles, con los que el Estado, o el Sistema, o el Régimen, o el Gobierno, se está pasando a lo bestia.
Rafael Torres