Me envía alborozada desde Londres my soulmate Pandora un vídeo del gran periódico 'The Guardian' donde la mujer española de Nick Clegg – vice primer ministro británico – le hace a su marido una pregunta en un foro sobre el papel del padre en la familia moderna. La gracia es que Miriam González, mesetaria de Olmedo, remata su discurso con la palabra “cojones” tras introducir la idea en su brillante posh british aludiendo al “level of testosterone”.
Más allá de la espontaneidad estudiada de Ms Clegg abanderada por los murmullos y sonrisas del auditorio, la clave nos las da Nick al mirar al auditorio con gesto dandy y totalmente inglés para que, con el mismo tono con que se pronunciaría la legendaria frase “Dr Livingstone I presume”, declamar : I ASSUME I DON’T NEED TO TRANSLATE “COJONES”.
Y asumió bien el formal líder de los Liberal Democrats. Todo el mundo sabe en las islas lo que significa el universal vocablo hispano así como a esta orilla cualquiera sabe lo que es FUCK, otra palabra universal que une tanto a la población posmoderna en su esperanto universal y underground.
Y es que estas palabras que nacen desde los sótanos de la lengua son las primeras que se aprenden en la lengua extranjera. Luego, claro se vancomplicando en su desarrollo, como nos explican los ingeniosos chistecillosque pululan por internet analizando el léxico cuando se deriva cojones a cojonudo – acojonado o expresiones “manda cojones” “con 2-3 cojones” que tanto enriquecen la comunicación. La traducción en inglés seria bollocks pero no da tanto juego como nuestros ibéricos cojones. Sería urgente y necesario acudir al FUCK para encontrar un equivalente de riqueza en la lengua y así practicar con esa cosa tan complicada como son los “phrasal verbs” y estudiar que no es lo mismo, por ejemplo “fuck up” que “fuck off”.
Never mind, hoy en día que las lenguas se aprenden desde abajo, desde los vertederos ilustrados del idioma, fuera ya del ambiente culto, rancio, educado y académico de antaño, donde estas expresiones se dejaban para las reuniones posteriores o tomando una pinta, Miriam ha dado un paso iniciático soltando la parida en una pregunta a su marido entre ingleses ilustrados.
Me he acordado inmediatamente de la Cardinale en 'El Gatopardo' cuando, en secuencia antológica, suelta una vulgaridad entre carcajadas comiendo con las ruinas de la aristocracia siciliana.
En fin, es lo que hay, España exporta lo que puede y como en el fondo caemos bien – como caen siempre la espontaneidad palurda del invitado que viene del pueblo – Miriam ha sacado brillo a la lengua de Cervantes un día después del Día del Libro.
Esperemos que no haga lo mismo en Buckingham Palace.
J.M. Novoa