viernes, noviembre 22, 2024
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Cuando el espectáculo lleva toga

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Llevamos unos cuantos días asistiendo a un espectáculo bochornoso. El juicio contra el juez Elpidio Silva no brinda imágenes que provocan auténtico bochorno, cuando no incredulidad. Hemos visto a personas mal educadas, a gentes que han perdido los nervios y a etarras en actitud prepotente. Lo que no habíamos visto nunca es que un juez sea capaz de organizar el espectáculo que esta organizando el juez Silva.

La justicia tiene la última palabra y en España bien sabemos que es lenta. Es tan lenta como garantista, de ahí que sea difícil imaginar que el juez Silva este siendo privado de ninguna sola de las garantías que a todo ciudadano brinda nuestro ordenamiento jurídico. El hecho de que haya recusado al juez del tribunal y esa recusación se haya aceptado da buena prueba de que no está siendo privado de ni uno sólo de sus derechos.

Tiene Silva todo el derecho del mundo a establecer su estrategia de defensa como mejor crea pero si a el le asiste este derecho, a los demás nos asiste también el derecho y la libertad de manifestar nuestro asombro y nuestro disgusto cuando comprobamos que ese derecho a la defensa raya en lo esperpéntico o, en lo ridículo y, desde luego, ha puesto a prueba la paciencia del juez que preside el tribunal que le juzga. Sólo a Silva se le permite lo que se la ha permitido y es más que razonable que el juez no se haya dejado tomar el pelo.

Quienes conocen a Silva desde hace mucho tiempo aseguran no sentirse sorprendidos

Quienes conocen a Silva desde hace mucho tiempo aseguran no sentirse sorprendidos. Los que no le conocíamos, no salimos de nuestro asombro. Asombro que no decrece aún cuando algunos traten de explicar su actitud en el contexto de unas elecciones a las que acude como candidato. Nada, absolutamente nada, puede justificar ni edulcorar que quien ha vestido la toga propicie espectáculos semejantes a los que estamos viendo.

Vestir una toga obliga a mucho. Quien la viste puede equivocarse como cualquier mortal, pero que no puede es ampararse en ella para organizar los números que este hombre está organizando, cuando, además, no le van a beneficiar.

Establecerla ecuación de que el juez que encarceló a Blesa está en el banquillo y el que fuera presidente de Caja Madrid, en la calle, es demagogia pura y dura. El tener delante a un presunto delincuente no da estado de gracia a quien le investiga. Blesa está siendo investigado y no hay un sólo ciudadano español que no desee y espere que se haga justicia. El hacer justicia con Blesa, es eso, hacer justicia y no experimentos.

Alguien debería decir al juez Silva que rescate cordura y prudencia, que ponga en valor la dignidad de la toga que tantas veces ha vestido y que se deje en paz de tanto espectáculo. Alguna vez lo he escrito, pero lo repito: ¡en ocasiones se equivoca lo sublime con lo ridículo! En el caso que nos ocupa, el ridículo se ha adueñado del ruedo.

Charo Zarzalejos

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