Pasa el tiempo y parece que las cosas, lejos de mejorar, empeoran en el Afganistán de los talibanes. El asesinato a bocajarro de tres médicos estadounidenses en Kabul, se ha dicho y es verdad que marca un punto de inflexión en los acontecimientos y la radicalización país. Comentan los corresponsales y con razón que hasta ahora los ataques contra extranjeros siempre tenían objetivos militares pero ahora la cosa cambia a peor. En lo que va de año al menos ha habido seis atentados contra civiles entre ellos a varios periodistas, pero en el hecho de que ahora las víctimas sean doctores y el asesino un policía encargado de la seguridad del hospital donde ocurrieron los hechos y no un islamista radical puede abrir una espita aún más que preocupante.
Según relata nuestra colega Mónica Bernabé, que los asesinados hayan sido médicos que son los extranjeros más respetados por la población afgana, da una idea de como se esta enrareciendo el ambiente en un país fuera de control donde las tropas de la OTAN siguen en retirada. La pregunta es qué pasará cuando ya no exista allí presencia internacional sin que se haya logrado pacificar la zona y donde se vislumbra clarísimamente una guerra fratricida.
Tiempo atrás se creyó que la mediación internacional podría obrar el milagro y conseguir que no camparan a sus anchas ni los talibanes ni los señores de la guerra pero no ha sido así. El escenario ha sido el peor imaginado y de hecho a la incapacidad del gobierno afgano para hacerse cargo de la seguridad de su país se ha unido la incapacidad de la comunidad internacional para derrotar a los talibanes. Cuando las tropas de la OTAN se retiren muchos auguran que la situación será muy similar a la que había en el 89 cuando se retiraron los soviéticos, es decir una mezcla explosiva de mercenarios, señores de la guerra, tráfico de armas y de producción de opio y todas las regiones enfrentadas entre sí.
Todo está prohibido, desde trabajar fuera de casa o reír en voz alta, hasta estudiar en escuelas
Pero desgraciadamente, una vez más, quienes se llevarán la peor arte serán las mujeres, que tras un breve espejismo siguen siendo obligadas a vivir esclavizadas de múltiples formas incluida su reclusión, esa cárcel de tela llamada Burka, con todo lo que esconde esa práctica bárbara y arcaica que tanto nos escandalizó en su día a Occidente y parece que hemos olvidado. De hecho, no hace mucho la Asociación de Mujeres Revolucionarias de Afganistán sintetizó en 29 puntos el maltrato y el abuso permanente al que son sometidas, un listado vergonzoso de violaciones de los derechos humanos a cada cual más denigrante, vejatorio y humillante.
Esta lista de la vergüenza describe lo que es para muchas afganas una existencia infernal, una pesadilla de privaciones, padecimientos y encarcelamiento en sus propios domicilios. Allí de lo que se trata es de que las mujeres cumplan como único fin el de la procreación y todo está prohibido, absolutamente todo, desde trabajar fuera de casa o reír en voz alta, escuchar música, utilizar maquillaje o llevar zapato de tacón, hasta ser atendidas por médicos masculinos, o estudiar en escuelas.
Por no hablar de los azotes y las palizas para quien no vistan de acuerdo a las reglas de los talibán, las lapidaciones públicas a quienes sean acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio o la amputación de los dedos por llevar las uñas pintadas etc etc. Y si todo sigue igual como parece, hay demasiadas preguntas que necesitan respuestas pero ya se encargarán los países más poderosos en tapar entre todos sus vergüenzas, la gran vergüenza de lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en Afganistán.
Esther Esteban