La cercanía de las elecciones al Parlamento Europeo parece estar detrás de las noticias que desde fuentes gubernamentales anuncian que la recuperación económica ya se toca con las manos. Proclaman «brotes verdes» por doquier. De creer al ministro de Hacienda el año que bien el PIB crecerá alrededor de un 1,5 % y se creará empleo. Sería bueno para todos que la realidad confirmara las previsiones del señor De Guindos visto que hasta la fecha han sido más los pronósticos que los hechos. Aun dando por bueno el escenario que avizora el ministro deberíamos ser capaces de distinguir entre crecimiento y bienestar. Es verdad que las grandes empresas y también los bancos están ganando dinero -las empresas exportando y los bancos a través de sus filiales en el extranjero-, pero la plata, por decirlo empleando un argentinismo, no llega al común. Las clases medias -profesionales liberales, empresarios autónomos, funcionarios cualificados- siguen siendo laminadas por los impuestos. Y seguimos sin resolver el gran problema: tenemos más de cinco millones de parados. Un millón y medio ya no reciben ningún tipo de subsidio y en algunas comunidades autónomas (Andalucía, Canarias, Extremadura, etc.) la cifra de jóvenes que no encuentran trabajo es superior al 30%. Hay un dato que agrava los pronósticos de recuperación del empleo en España: la disposición a trabajar, la sola fuerza muscular sin especialización, cada vez tiene menos valor en la era de los ordenadores y la sociedad de la información creada a su alrededor. Los expertos hablan de cambiar el modelo productivo que hasta la llegada de la crisis se basaba en la construcción, el turismo y el sector servicios.
Los bancos se hacen el sueco porque les sale más a cuenta prestar dinero al Estado
Si pudiéramos creer que los bancos han tomado nota de que junto a la bulimia del ladrillo la crisis también fue obra de sus alocadas apuestas en los mercados de derivados y volvieran a los productos tangibles, a su negocio tradicional, a prestar dinero cobrando intereses razonables, a medio plazo las pequeñas y medianas empresas podrían volver a funcionar creando empleo. Pero necesitan crédito y, hoy por hoy, los bancos se hacen el sueco porque les sale más a cuenta prestar dinero al Estado. La cosa también mejoraría si el Gobierno decidiera cumplir el compromiso electoral contraído por el PP hace dos años y bajara los impuestos. Menos impuestos se traduce en más dinero en manos privadas y en más iniciativas empresariales. Más crédito y menos impuestos. Esas son las noticias que deberíamos poder titular en portada. Mientras no sea posible los anuncios que proclaman la salida de la crisis se quedarán en eso: en anuncios. Por eso digo que no hay que confundir crecimiento con bienestar.
Fermín Bocos