El 25 de mayo se celebran las elecciones de la Unión Europea. Cuatrocientos millones de personas de veintiocho países pueden votar pero sólo votará algo menos de la mitad. Son elecciones para elegir a los representantes en el Parlamento Europeo, una de las instituciones de la Unión Europea donde reside parte del poder legislativo. Son unas elecciones que permiten siempre diversas lecturas en particular en clave internacional (Europea más exactamente ) pero también en clave interna para cada uno de los Estados en los que se celebran. Claro que esta separación es un poco artificial porque es de la suma de las claves internas de donde surge el dibujo internacional, pero la división sirve a efectos explicativos. Uno de los cambios importantes es que estas elecciones influyen en la elección del presidente de la Comisión Europea que es la institución “europeísta” de la Unión. Así, lo candidatos con posibilidades para presidir la Comisión son Jean Claude Juncker (Popular), Martin Schulz (Socialdemócrata), Guy Verhofstadt (Liberal), Alexis Tsipras (Izquierda), José Bové/Ska Keller (Verdes) y Marine Le Pen (Euroescépticos).
En clave internacional, Europea, se presentan diversos problemas como son la abstención y el ascenso de los partidos populistas o antieuropeos (podríamos decir que son antisistema), como el Frente Nacional, en Francia. Estos partidos representan una dosis de escepticismo que es una vacuna adecuada para la Unión siempre que no excedan determinado volumen dentro de la eurocámara, lo que les permitiría dinamitar o ralentizar los procesos de integración. Pensemos por ejemplo en la política migratoria. También está el tema histórico del llamado eje Franco-Alemán, hoy de capa caida ante el sobrepeso de Alemania. En cuanto a las políticas, aparentemente, la elección puede decantar, en cierta medida, si vamos hacia un orden liberal-conservador (reformas-recortes) todavía más acusado o si el capitalismo europeo se reorienta socialmente (la llamada socialdemocracia europea). Pero la estructura jurídica es liberal y elitista. Que en muchos sitios se hable de las “imposiciones de Bruselas”, en particular cuando se presentan en la forma de Troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea), es un índice claro de que hay elementos de poder importantes en la Unión Europea en la gestión de la crisis que exceden los poderes nacionales. Son políticas que en nombre de la estabilidad provocan desigualdad. Destaca también en este sentido el poder del Banco Central Europeo en cuanto a las políticas en torno a la inflación. Con todo, no creemos que la Unión Europea resultante de estas elecciones pueda enfrentarse con éxito a la política imperialista de Vladimir Putin en Ucrania. Este va a ser un tema recurrente en la agenda de la política exterior común europea tan plagada de fracasos.
En clave interna, las elecciones europeas tienen mucha influencia y en cada país, como es lógico, se plantean lecturas diferentes. España se reparte 54 de los 751 escaños de la eurocámara. En España la primera cuestión discutida ha sido en el retraso del Partido Popular en designar a su candidato cabeza de lista, el Ministro Miguel Arias Cañete, mientras que la candidata socialista, Elena Valenciano, ya hacía aspavientos hacia ninguna parte. Se utiliza el hecho de que Arias Cañete es Ministro como reclamo electoral. El colmo de la lectura interna de las elecciones europeas es cuando se pide el voto no para influir en Europa de un modo u otro, sino para cambiar una determinada legislación interna. Entonces la politica interna se vende como un producto de tal modo que se falsea el sentido de estas elecciones. Quizá esto ocurre porque la politica europea es una cosa muy difícil de explicar a la gente porque es frecuentemente ininteligible. También el debate soberanista está en liza ya que los partidos que defienden la consulta intentan validarla internacionalmente a través de estas elecciones. En este sentido, Iniciativa per Catalunya ha conseguido que la candidata de los Verdes, Ska Keller, con quién se presentan, se pronuncie a favor de la consulta. Pero ya han dicho y repetido desde Bruselas que “con secesión no hay unión”. En términos generales los políticos suelen extrapolar interesadamente los resultados electorales de las Europeas a las futuras elecciones internas si les benefician y a la inversa. Un ejemplo de cómo un fenómeno internacional se interpreta desde una óptica interna, en provecho propio. También ocurre que las elecciones europeas sirven para que se presenten partidos nuevos, como aquí “Vox”, “Podemos” , “Partido X” o “Primavera Europea” que desafían a los partidos tradicionales ampliando las posibilidades de participación. Les sirve de ensayo para futuras elecciones internas
De este modo el análisis en clave internacional e interna de estas elecciones tan complejas, ya sea en prospectiva o después de que se celebren, puede contribuir a clarificar los temas en discusión, las causas y las consecuencias, los efectos, etc. Normalmente, como es en la realidad, los argumentos vendrán mezclados y la confusión entre los diversos planos del discurso político estará garantizada. Quizá una mayor claridad sobre la auténtica dimensión de estos comicios superpuestos contribuiría a la lucha contra la abstención. Una campaña para las elecciones europeas basadas en la unidad de España o en la ley del aborto no es lo que Europa necesita. En este orden de cosas no tiene desperdicio la pregunta que se hacía en el sondeo de Metroscopia publicado en el diario El País del pasado domingo: “Por lo que pueda usted saber, quienes acudan a votar en las elecciones europeas del próximo 25 de mayo, ¿lo harán pensando, sobre todo, en los asuntos y problemas que tiene ahora la Unión Europea o lo harán pensando más bien en los asuntos y problemas que en este momento tiene España? “ Adivinen el resultado.
Julio Vives