Veinte días. Es lo que queda para que, el domingo 25, vote Europa. Y, presumiblemente, vote también Ucrania, que es el confín Este del Viejo Continente, y el quebradero de cabeza del conjunto de la UE y del mundo occidental en general. Sorprende que, a veinte días de este viaje a las urnas para, teóricamente, cambiar la faz (o algunas caras al menos) del poder europeo, los discursos de los principales candidatos, tanto a escala nacional como continental, rehuyan hablar del problema que el 'zar' Putin está creando al mundo entero en el Este, o el que las entradas masivas e ilegales de subsaharianos están creando en el Sur, no solamente a España o Italia. Dentro de veinte días algo va a pasar en esa Ucrania que no está al borde de la guerra civil, sino ya en una larvada guerra civil; un conflicto que nos puede arrastrar a todos. Pero da la impresión de que los europeos siguen pensando en sus problemas nacionales, en el mantenimiento de su estado del bienestar, antes que en los potenciales conflictos globales.
Así las cosas, a finales de esta semana comienza oficialmente la campaña electoral en España. Rajoy la inaugurará en Zaragoza, parece que sin el verdadero candidato (ya sé que el candidato parece Rajoy, pero no), Arias Cañete, compartiendo atril, porque, desde que se mostró partidario del trasvase del Ebro, el exministro de Agricultura no es demasiado bienquisto, me parece, en Aragón. Es lo que tiene la política doméstica, que se antepone a las grandes cuestiones europeas.
Estamos a veinte días y Rajoy piensa más en cómo vender las buenas noticias económicas que anuncia que vienen que en telefonear a esa pesadilla llamada Artur Mas. Veinte días, y me parece que Rubalcaba se preocupa en mucho mayor medida de cómo y por dónde van a ir las primarias de su partido -qué error, según mi criterio, no haberlas hecho ya que en reiterar sus ofertas de pacto para reformar la Constitución, fortalecer un acuerdo sobre fomento de empleo juvenil o formar un frente común para que España ocupe un lugar más preeminente en la Unión.
Veinte días de lo que puede ser el comienzo de una nueva etapa para España, para Europa, para el mundo, y no hay más declaraciones novedosas procedentes de los candidatos que los ataques de sal gorda o las consabidas fotografías de los candidatos visitando mercados, mitineando ante los convencidos que, con obediencia militante, llenan las salas -pequeñas donde los actos se celebran o zampándose, tocados con la banda y la boina de cofrade de turno, un típico producto regional. Perdone el aparente desvarío, pero siempre me he preguntado qué bromas harían nuestros políticos, tan serios, si tuvieran que acudir, como Obama, a pronunciar un discurso desenfadado e inteligente ante la Asociación de Corresponsales en la Casa Blanca.
Pues eso: que esta campaña, o lo que sea, me sigue aburriendo, y promete seguir haciéndolo. A ver qué pasa dentro de veinte días. Nada más y nada menos que veinte días.
Fernando Jáuregui