Al margen de la política, que en democracia es una actividad joven, posiblemente no hay ninguna institución que se haya reformado menos y que tenga menos voluntad de hacerlo que la Universidad. Eso significa también dos cosas: que está a cien años de distancia de las necesidades y demandas de una sociedad moderna y que quienes ostentan el poder universitario no piensan hacer nada que les haga perder esa situación de privilegio mal entendido pero, seguramente, productivo para ellos. Todo lo contrario, los rectores, una parte importante de los catedráticos, los llamados sindicatos estudiantiles, los poderes autonómicos de los que dependen las Universidades y algunos poderes fácticos se enrocan día tras día y no sólo no hacen nada para cambiar un modelo que es un fracaso, sino que denuncian todo lo que hacen los demás y eluden su indudable responsabilidad.
Sobran muchas universidades en España y también muchos universitarios
No se puede generalizar, porque en la Universidad hay excelentes profesionales, pero el diagnóstico es claro: sobran muchas Universidades en España y también muchos universitarios; la calidad de las enseñanzas es muy bajo y la comparativa con otros países nos deja siempre en la cola del mundo; el exceso de titulaciones, muchas de ellas sin alumnos, es un disparate; la gestión es deplorable y el endeudamiento de muchas Universidades abocaría a su cierre; la endogamia en la selección del profesorado ha dañado la esencia del campus; la investigación de calidad brilla por su ausencia porque más de la mitad de los profesores no investiga ni publica trabajos de referencia; la burocracia creciente es otra lacra que nadie quiere resolver. Sumen a eso la politización de muchos rectores y el desinterés de las autonomías por deshacer lo que han hecho mal y el desprecio de la Universidad por las necesidades de la sociedad y tendrán la radiografía de una Universidad que vive de espaldas a la realidad y exige que los contribuyentes paguemos su fracaso. Rectores y estudiantes piden más becas y menos tasas. Todavía no he oído a ninguna hablar de más calidad y más exigencia. Y estamos hablando de la Universidad no de la enseñanza básica.
Ahora parece que ya llegamos tarde para hacer una nueva Ley de la Universidad porque hay demasiadas convocatorias electorales en el horizonte y el ministro ya no se atreve a jugársela y que sigan las manifestaciones. Dicen que lo van a hacer por decreto y con consenso. «Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible», que decía el sabio. No se atreverá ninguno a reducir el número de Universidades y de titulaciones, a meter mano en el asunto de la financiación, a dar más dinero público a quien obtenga mejores resultados o gestione mejor, a exigir responsabilidades a los que lo hagan mal, que hay unos cuantos, a ser más exigentes en el acceso o en la concesión y mantenimiento de las becas. En definitiva, a tener una Universidad que merezca ese nombre.
Francisco Muro de Iscar