La verdad es que no acabo de ver la trascendencia de que Aznar esté o no en algún mitin del PP durante la campaña que se inició esta madrugada. Aznar ya no cuenta en política, como Esperanza Aguirre, como Felipe González, como el propio Zapatero, más que para incordiar, en plan -Felipe dixit- jarrón chino. Así que no me centren la campaña electoral en si el ex se lleva mejor o peor con el actual inquilino de La Moncloa. Es como decir que Zapatero viene a animar la campaña de su partido, o que Rubalcaba busca la sombra protectora del penúltimo presidente del Gobierno socialista.
Ni Aznar, ni Zapatero, ni Felipe, pintan ya un comino en los mítines
Ahora que comienza la campaña -y uno, mirón profesional desde hace cuarenta y tres años, ha padecido unas cuantas-, déjeme decirle que ni Aznar, ni Zapatero, ni Felipe, pintan ya un comino en los mítines y, ya que estamos, le diré también que los propios mítines están fuera de la moda y de las exigencias de los ciudadanos; hemos cambiado, y las campañas electorales también deberían cambiar, aunque no estoy seguro de que lo están haciendo al ritmo y con la profundidad requeridos.
El último disparo a mi credibilidad sobre las campañas es que, como siempre han hecho, andan discutiendo si los principales candidatos se van o no a enfrentar en un debate ante las cámaras. Como si no fuera su deber, y un derecho de los ciudadanos, acudir a los medios de comunicación masivos -y a los otros, y a todos- para explicar su programa y confrontarlo con el del rival. Una reestructuración adecuada de las campañas debería, a mi juicio, pasar por determinados parámetros:
-Supresión de las limitaciones temporales. Carece de sentido limitarlas 'oficialmente' a quince días.
-Supresión de las prohibiciones temporales para publicar sondeos.
–Prohibición de determinadas maniobras políticas durante el mes anterior a la celebración de elecciones (presentación de una moción de censura como la que se intenta en Extremadura, por ejemplo).
-Regulación de los debates electorales en las televisiones y radios, estableciendo la obligatoriedad de un mínimo de ellos.
–Supresión de la jornada de reflexión.
-Facilidades para las campañas 'virales'.
-Acceso igualitario de los medios a la información de los partidos y a los candidatos.
-Certificación notarial de que se cumplirán las promesas hechas en campaña.
-Exigencia de información previa por parte de los partidos sobre sus intenciones de alianza poselectorales.
-Obligatoriedad de celebrar elecciones primarias para cubrir determinadas candidaturas.
Y, ya que estamos, podríamos caminar hacia el desbloqueo de las candidaturas electorales, permitiendo a los electores 'ordenar' a su gusto las papeletas, de manera que pueda votar en primer lugar a quien crea que ha tenido un mejor comportamiento político.
Estoy seguro de que introduciendo estas medidas -que 'solo' suponen el fin de la preeminencia de los 'aparatos' de los partidos-, aumentaría sensiblemente la confianza de los ciudadanos en esas máquinas de recaudar votos que son los partidos. ¿No le parece a usted?
Fernando Jáuregui