Triste arranque de la campaña electoral, con ese terrible accidente de Extremadura en el que resultaron muertos cinco niños deportistas y que ha puesto de luto al país entero. La tragedia hizo que los partidos políticos suspendieran la simbólica pegada de carteles, que ya no lo es y además da igual.
Más allá de la consternación arrancan unas elecciones que, según la encuesta del CIS, sólo saben el día que se celebran un 17% de los españoles. Si ese dato supusiera la falta de interés por acudir a las urnas supondría que el 25 de mayo los comicios tendrían una elevadísima abstención en España, muy por encima de la cosechada en las últimas convocatorias. De ser cierto ese dato los candidatos de todos los partidos tendrán que emplearse a fondo durante los próximos 15 días si quieren al menos despertar un mínimo interés de sus electores.
La crisis ha provocado un llamativo crecimiento de euroescépticos y también eurofobia
Pase lo que pase lo cierto es este el 25-M nos la jugamos. Nos la jugamos porque Europa no es un lugar aburrido, triste y lejano donde se cocinan leyes que no nos afectan sino todo lo contrario. Se ha dicho hasta la saciedad que el 80% de la legislación que se aplica en nuestro país proviene de normas europeas y eso significa que lo que allí se cocina y condimenta, hará que vivamos mejor o peor los españoles.
Es verdad que la crisis ha provocado un llamativo crecimiento de euroescépticos y también eurofobia. Pero ese no es argumento suficiente para creer que no votando y mostrando así nuestra indignación por la crisis que nos atrapa, arreglaremos las cosas. Hay muchos motivos para meter nuestra papeleta en las urnas.
El primero, como ocurre en todas las citas electorales, ejerciendo ese derecho no sólo consolidamos la democracia sino que es la forma que tenemos los ciudadanos de cambiar las cosas y exigir acciones contundentes. Además, por ejemplo estas son las primeras elecciones desde que entró en vigor el tratado de Lisboa, en la que se da más poder al Parlamento Europeo y allí tendrán que desarrollarse y articularse medidas de gran trascendencia, como puede ser la Unión Bancaria que, como se ha dicho estos días, supone la mayor transferencia de poder económico de los estados tras la creación del euro.
En estos momentos, sería muy difícil discernir la línea que separa las leyes europeas de las españolas y, si de muestra, vale un montón sólo ver la cantidad de normas económicas que se han tenido que hacer al unísono en todos los países durante los últimos años. Los distintos candidatos, como es lógico, incidirán en que no es lo mismo votar una opción conservadora que otra socialdemócrata, dirán que hay que buscar una política económica que no se desvíe del objetivo de la recuperación o que hay que dar un giro a la austeridad recuperando los pilares sociales. Los más pequeños reivindicaran que se dé carpetazo al «tinglado» bipartidista y todos prometerán la luna y el sol a cambio del voto.
Una derrota del PSOE pondría contra las cuerdas a la actual dirección y si ganan sería un importante balón de oxígeno para Rubalcaba
En definitiva no hay nada nuevo en el rito y la liturgia que en otras elecciones, pero estas son las primeras que se celebran tras las medidas de ajuste y serán un test para ver por dónde van las cosas.
Como es lógico tras el 25-M se hará una lectura en clave nacional. Una derrota del PSOE pondría contra las cuerdas a la actual dirección y, sin embargo, si ganan sería un importante balón de oxígeno para Rubalcaba. En cuanto al PP un buen dato para Rajoy significaría que los ciudadanos siguen confiando en él para sacarnos del abismo y si pierde será una contundente advertencia de cara a las municipales y autonómicas.
Al final, como es lógico, cada uno verá la feria según le vaya y observará el vaso medio lleno o medio vacío como le convenga. La pregunta es ¿cómo se analizaría, llegado el caso, una alta abstención? Y la respuesta es simple y llanamente que los ciudadanos «pasan» de la política porque los políticos, no les dan ni confianza ni soluciones.
Es lógico que tal como está el patio haya una gran desafección de los ciudadanos con la cosa pública. Pero el peor de los remedios es no ejercer el derecho de poder cambiar las cosas. ¡Ojalá que el 25-M las urnas se llenen de votos! Si no es así será un fracaso para la Democracia, para Europa, para España y para todos.
Esther Esteban