lunes, septiembre 23, 2024
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La España que pudo ser

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En algunas ocasiones uno piensa que sería muy conveniente que alguien, con toda la calma que requiere el caso, y desde la perspectiva que nos ofrece el tiempo transcurrido, escribiera la historia de aquella España que, aunque posible, quedó irremediablemente perdida entre los amargos recovecos del siglo XX. En otros momentos, tal vez en aquellos días en los que uno se levanta con menos ánimos, llega a creer que tal esfuerzo no merece la pena. Es entonces cuando piensa que bastante tenemos ya con lo que todavía hoy se arrastra desde los lejanos tiempos de la guerra civil, como para divagar encima sobre las aportaciones de todos aquellos que podrían haber hecho realidad una tercera España.

Muchos de éstos, al igual que la mayor parte de sus obras, son de sobra conocidos. Es el caso de Ortega y Gasset, por supuesto, y también de Madariaga, Marañón o de Sánchez Albornoz, y también el de otros como Ridruejo o Sánchez Mazas. Mi buen amigo y compañero de crónicas en estas mismas páginas, Rui Vaz de Cunha, acaba de publicar un libro en el que, siguiendo algunos de los innumerables retratos que dejó el excelente pintor Daniel Vázquez Díaz, él mismo magnífico ejemplo de esa tercera España, traza un paisaje literario y social formado por esos personajes que podrían haber cambiado el rumbo de la Historia. 

Carmen de Zulueta, que escribió un hermoso libro de memorias al que tituló La España que pudo ser

Existen otros muchos, sin embargo, que han ido difuminándose con el paso de los años. Tal es el caso de Carmen de Zulueta, que escribió un hermoso libro de memorias al que tituló La España que pudo ser. En sus páginas dedica mucho espacio, como no podía ser de otra manera, a reflexionar sobre ese momento en el que la ruptura de las dos Españas se hace inevitable y cuyas primeras víctimas son, precisamente, todos aquellos que representaban, de alguna manera, la posibilidad de mantener un diálogo entre unos y otros. Su padre, Luis de Zulueta, último embajador de la República ante la Santa Sede, también escribió sobre esta misma cuestión. Desde su exilio colombiano, contesta la carta de un joven que le pregunta sobre qué es lo que podría hacerse después de la contienda, con un libro titulado La nueva edad heroica, que en estos tiempos revueltos uno cree que convendría releer.

Pero también existen otros muchos personajes, una multitud anónima y en muchos casos humilde, que en esa misma línea y sin que hayan legado ninguna obra que nos permita conocer cómo veían su mundo y qué anhelos les movían, fueron víctimas de los dos bandos en conflicto. Profesores, abogados, muchos médicos, una multitud de pequeños propietarios, de obreros y campesinos, y también muchos militares. Desde uno y otro bando se apresuraron a eliminar sin demora el peligroso ejemplo de aquellos que desde el honesto cumplimiento de sus tareas cotidianas sabían que, como decía Luis de Zulueta, contribuían cada día a lo que en un futuro no muy lejano serían los cimientos de una sociedad moderna y tolerante en la que cupiesen, sin excepción alguna, todos los españoles.

Ignacio Vázquez Moliní

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