Para el Real Madrid, la liga ha sido un banco de pruebas que acabó paradójicamente en la Copa del Rey, cuando Anchelotti descubrió ese 442 con porra extensible en ataque, que estaba guardado en el refajo del equipo. Un equipo compacto. No exactamente la locura que dicen que desea el Bernabéu. Un equipo como las señoras gordas con vestidos de flores que se desgañitan en los programas de sucesos. Sin fisuras. Aplastante. Pesado en defensa y ligero en ataque. Que no se rompa por favor, porque cuando el Madrid se rompe, entran por las costuras todos los miedos que se han larvado durante los años de escasez. Estos últimos partidos el equipo empezó roto y acabó siendo una maraña sin pies ni cabeza. Eso pasó también en el 98; en el 00 y en el 02. Los años de las copas de Europa de la banda del perro. Por todo tipo de motivos preternaturales: Las estrellitas atacantes y su falta endémica de solidaridad; la imposibilidad de consolidar un estilo entre la marejada constante del Madrid; los disparos del aparato represor contra los centrocampistas de alto tonelaje; la burla constante de la táctica y sus valedores en el campo y en la caseta; la obsesión por el juego de ataque de toda la vida que no le ha traído al Real más que disgustos…; por todos estos motivos, el Real está abocado a un orden sin estilo definido y con un armazón táctico siempre a un paso del derrumbe. Está abocado a la ruptura cuando la tensión no es máxima; y al caos, cuando la ansiedad hace mella en los jugadores.
Al final del primer tiempo, Sergio Ramos, con el rebujito en una mano y la bata de cola en la otra, intentó una media verónica a un celtiña que le presionaba al borde del área. Perdió el balón, se fue corriendo a protestar al árbitro, y mientras, el jugador local, se deshizo de Diego López como quien tira caramelos a los niños y marcó el primer gol del partido. En los otros campos cundía un empate espeso que duraría hasta el final. Desde las batallas estructurales y dañinas de la Champions, los tres contendientes, se dejan partes enteras de sus naciones ante las embestidas de los contrincantes. El Atleti sigue teniendo la determinación, pero le falla el dominio del detalle, la energía y la confianza absurda que tenían hasta antes de ayer, cuando se dieron cuenta de que la vida es pérdida. Los culés se negaron a asistir al banquete final, por la arrogancia pura de quien se cree el dueño de la verdad. Ellos decidieron que la liga estaba perdida y se pusieron a hacer autoanálisis estructural sin profundidad de campo. Llevan toda la semana festejando que Alves se comió un plátano, el cumpleaños del yerno de Pinto, la huida de Martino a la Argentina -con imágenes espeluznantes del asado de un canterano decapitado para la ocasión- y el quinto aniversario de la manita de Piqué. En esas, el Madrid, con tantas bajas que había dudas del número de jugadores sobre el campo, jugó por jugar, y perdió por dos errores de Ramos y Xabi, esqueleto fundacional de este Real, lo que demuestra que el resultado del partido estaba marcado desde antes de la segunda glaciación.
En el entreacto, los aficionados del celta, asaron sardinas, quemaron contenedores y se olvidaron de su ciudad podrida, entonando agradables cánticos antimadridistas. Luego empezó el partido, y todo fue a peor. Los chicos del Madrid hacían como que lo intentaban fuerte, con Isco y Modric jugando a un brillé soso y Morata con su traje mal cortado de vendedor de biblias a domicilio. Como en el Madrid el caos llama a la puerta cuando le da la gana, Xabi le dio un pase criminal al portero desde una valla del corte inglés, y un tal Charles emergió detrás de la defensa, para dejar otra vez con cara de bobo a Diego López, que lleva todo el año con el peso de España sobre los hombros. De ahí al final; un desierto del que no vale la pena comentar nada. Marcelo de interior, es un malabarista sin truco al que se le caen las naranjas y hacen tropezar a toda la habitación. Casemiro, Casemiro, con nombre, pero sin juego; es un centrocampista que necesita órdenes precisas y un contrario a quien embestir. Illarra se ha vuelto ínfimo, y los detalles que antes avisaban de un futuro prometedor, se han echado contra él. Mientras tanto, las gaviotas sobrevolaban el campo esperando a posarse sobre un columpio tras la espalda rasgada de Anchelotti.
Como anécdota decir que jugaron Arbeloa y Khedira después de tanto tiempo, y dieron el pego, pues el ritmo de temporada baja del inserso, no los puso en evidencia.
CELTA, 2; REAL MADRID, 0
Celta: Sergio Álvarez; Jonny, Cabral, Fontás, Aurtenetxe; Augusto (Álex López, m. 56), Krohn-Dehli, Rafinha (Madinda, m. 70), Orellana, Nolito; y Charles (Bermejo, m. 66). No utilizados: Yoel, Íñigo López, Borja Oubiña y Santi Mina.
Real Madrid: Diego López; Arbeloa (Coentrao, m. 56), Nacho, Sergio Ramos, Marcelo; Casemiro (William José, m. 68), Xabi Alonso, Khedira (Illarra, m. 56); Modric, Isco y Morata. No utilizados: Casillas, Burgui, Bale y Raúl de Tomás.
Árbitro: Hernández Hernández. Amonestó a Orellana, Cabral, Illarra, Sergio Ramos
Goles: 1-0, m. 42. Charles; 2-0, m. 63, Charles.
Estadio de Balaídos. 27.703 espectadores.
Ángel del Riego