miércoles, octubre 2, 2024
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La liga de Morata

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Un imperio donde no se ponía el sol, cantaban los nikis, y eso es el Bernabéu un sábado por la tarde a la hora de la siesta. A eso tiende el madridismo, como una cruzada en el que la burguesía juega a montarse en un caballo y cargar contra los tanques, y el proletariado se agarra a una victoria absoluta, ya que su delito de cuna, le inhabilita para el matiz. Todo estaba ya decidido, la liga se perdió en el 98, y los jugadores se arremolinaban por la parte en sombra del estadio, por pura comodidad, y porque allí estaba Marcelo, combinativo y vacilón, intentando de nuevo parir una jugada, días después de que le pasara el tren para Lisboa. 

Los partidos sin nada en juego son horas muertas en las que la mente se queda absorta oyendo los ruidos del organismo. No había más sentido en el encuentro de hoy que medir a los jugadores del Madrid, con la vista puesta en la final contra el Atlético. Había un problema y era el exceso de luz. Los personajes parecían aplanarse y no había diferencias entre ellos. ¿Qué es lo que hizo Illarra? Misterio. ¿Era ese jugador aseado? No sabemos. Mientras el espectador se preguntaba quienes eran los artistas, el partido lucía ágil y dinámico, pero sin  intensidad. O garra, como se decía en el antiguo régimen. 

En el calentamiento, Cristiano sintió molestias, y el madridismo entero tuvo un retortijón. Sólo destacaba Marcelo, intentando jugadas que aborta él mismo por atrofia en el empeine, y Carvajal, al que se le partió el núcleo en Múnich, y desde entonces, todo es fisión. Modric y Morata saltaron al campo allá por el minuto 60, y cambió el paso del partido. El croata, incluso sin quererlo, fluye con una facilidad tal, que conecta a todos los jugadores entre sí. Morata necesita un Spielberg que lo ruede. Torpe, infantil, cargado de buenas intenciones, acabó metiendo dos goles en sendos contraataques, que acompañó con su voluntad insuperable hasta el final. Eso era cuando el encuentro ya se había roto, y el Español decidió buscarle la cara al Madrid después de encajar el primer gol. Un gol que nace del trabajo artístico de Karim en la mediapunta y la determinación de Bale, que con dos zancadas y un disparo raso ya hizo el día.

El canterano (profesional) marcó, después de una contra de toda la vida, y el Español cosió tres latigazos sucesivos, entrando por la puerta que Xabi (ay!) deja abierta cuando no está. Uno de ellos, fue un gol -quizás pactado- que mantuvo el resultado en suspenso hasta el final. Y el final fue otro gol de Morata, que está enfurruñado por razones que sólo él sabrá, regalado por Di maría, que le abrazó, le mimó, y animó a la afición a volver al canto de principio de liga: Moraaaaata, Moraaaaata. Un canto peripatético y simplón, como una palmada condescendiente al niño bobo, el que ha sido una bendición divina y ahora es la alegría de la familia.

REAL MADRID, 3; ESPANYOL, 1

Real Madrid: Casillas; Carvajal (Arbeloa, m. 46), Varane, Sergio Ramos, Marcelo; Khedira (Modric, m. 64) Illarramendi, Isco; Di María, Benzema (Morata, m. 67) y Bale.

Espanyol: Casilla; J. López, Colotto, Héctor Moreno, Fuentes; Víctor Sánchez (Álex, m. 66), David López; Stuani, Abraham (John Córdoba, m. 63), Simão (Pizzi, m. 69); y Sergio García. 

Goles: 1-0. M. 64. Bale. 2-0. M. 86. Morata. 2-1. M. 90. Pizzi. 3-1. M. 91. Morata.

Árbitro: Fernández Borbalán. Sin amonestados.

Unos 60.000 espectadores en el Bernabéu

Ángel del Riego

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