Saliendo de Guinea Bissau para entrar en la otra Guinea, la que fuera colonia francesa, cogí un pequeño camino donde me fue imposible sellar mi salida del país, ya que el oficial estaba en su aldea, a varios kilómetros del puesto fronterizo: un humilde palo haciendo de barrera en un camino arenoso bajo la sombra de palmeras y mangos.
Sin darme cuenta, cinco kilómetros más tarde, me encontré con otro palo que cortaba el camino. Entraba en Guinea.
Con las noticias del ébola presente y las fotos recientes que Médicos sin Fronteras habían publicado con sus empleados trabajando en el país, con un traje parecido al de un recolector de miel o de astronauta, yo esperaba encontrarme con algo parecido, o con un mínimo de control en la frontera.
Pero nada más lejos de la realidad, tuve que buscar en la pequeña aldea al policía que tenía que sellar mi pasaporte de entrada, y me lo encontré sobre una cama de membrillo, bajo la sombra de un árbol, con varias moscas revoloteando sobre él, y con el cuerpo empapado en sudor, a la vez que parecía disfrutar de un profundo sueño.
Le despierto, y sin molestarse mucho se levanta lentamente, quitándose el sudor de la cara. Se pone las chanclas, coge su “kalashnikov” y me pide que le acompañe a una pequeña cabaña que hace de oficina de inmigración.
– Pasaporte, carné de vacunación, y los papeles de la bici- me pide el policía.
– Aquí está el pasaporte con el visado, el carné de vacunación, pero los papeles de la bici no los tengo porque no existen.
– Esto es Guinea y aquí hacen falta – me dice el policía con aire de querer imponer su autoridad.
Con intención de no echarme a reír y no perder la paciencia, ya que llevaba todas para salir perdiendo, y no quería deshacer el camino y buscar otro puesto fronterizo, intento aflojar la tensión y le pregunté por el resultado del partido de champions del día anterior.
– ¿Sabes cómo quedó el Madrid contra el Bayern?
Entonces, el policía ya con el pasaporte en las manos y ojeando cada uno de los visados de los anteriores países me pregunta:
– ¿Eres de Real Madrid o Barcelona?- refiriéndose a Real Madrid como una ciudad y no un club de fútbol.
– Soy de Madrid.
– Bien, ayer ganamos por 4-0. Un partidazo. Yo también soy blanco, me dijo el policía negro.
Intercambiamos unas palabras más sobre Cristiano Ronaldo, y algún que otro tema también banal, me sella en pasaporte acompañado de unas líneas escritas con bolígrafo que ocupaban la mitad de la página, me desea un buen viaje.
– ¡Ah!, perdona. Quería preguntarte sobre la situación del ébola.
Y me contesta con una gran carcajada: ¿Dónde has escuchado eso? A la vez que pone cara de sorpresa, como si fuera un tema secreto al que solo los mandos más altos tuvieran acceso.
– En la radio, en los periódicos…
– Tú ni caso. Todo eso es mentira. Que tengas buen viaje.
Y sin más, con su fusil colgado al hombro se dirigió hacia la cama de membrillo del que minutos antes le había sacado.
Javier de la Varga