lunes, noviembre 25, 2024
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De urnas y votos

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«Que las urnas se llenen de votos y los votos sirvan para cambiar las cosas». Este es mi deseo y aunque parece, casi, un manido eslogan electoral a estas alturas de la película, todavía creo que el acto democrático de ir a las urnas es el que eleva nuestra condición de ciudadanos y nuestro derecho a exigirlo a su máxima expresión. Según prevén las encuestas, estas elecciones europeas pueden batir todos los récords en cuanto abstención y el argumento en el que se sustenta tal apatía, es la desafección de los ciudadanos hacia una clase política que no sabe resolver sus problemas y solamente mira con inusitado interés a su pequeño ombligo partidista.

Yo he votado siempre, incluso cuando he estado fuera de España y lo he hecho en persona o por correo. Me he creído a pies juntillas eso de la fiesta de la Democracia y, posiblemente, sea el ejemplo en carne viva del votante que las encuestas llaman «indeciso» y que yo prefiero llamar analítico o reflexivo, es decir, que administra su voto y se lo presta como un tesoro a las distintas opciones políticas según la gestión que hayan realizado.

Nunca he entendido el voto cautivo ni tampoco a esos votantes que siempre le dan su apoyo a la misma opción política aunque caigan chuzos de punta sobre esas siglas en cuestión. Cuentan las ideologías, ¡claro que sí! pero cuenta la gestión y ya en este país hemos visto de todo: gente de derechas que realiza acciones propias de la izquierda, políticos de izquierda que no se distinguen en nada de la derecha y también a partidos de perfil nacional entregados a los postulados nacionalistas. Por eso yo estoy en aquello del «obra son acciones y no buenas razones». Hace mucho tiempo que dejé de creer en las promesas programáticas y también en las electorales que se evaporan al día siguiente de la cita electoral. Me gusta la coherencia y los políticos inteligentes, preparados y valientes que no tienen pelos en la lengua, pero huyo como de la peste de los aparatchic de los partidos y los demagogos.

Los españoles nos hemos convertido en más euroescépticos que los británicos

De cara a la cita electoral del domingo he leído que los españoles nos hemos convertido en más euroescépticos que los británicos, que en siete años la opinión favorable que teníamos sobre la Unión ha bajado en un 30%. La crisis económica es evidente que ha hecho que los españoles pasemos de ser unos euroentusiastas convencidos a convertirnos en auténticos pasotas«. Si de muestra vale un botón, en el 2007 el 70% de los ciudadanos de nuestro país tiene una opinión favorable sobre el proyecto de la Unión Europea, mientras ahora mismo el apoyo no llega al 50%, dos puntos porcentuales menos en el Reino Unido. Más pesimistas somos todavía en la valoración del efecto económico de la UE. Apenas el 38% de los españoles creen que la integración económica haya reforzado la economía, mientras en Gran Bretaña la proporción llega al 41 por ciento.

Ahí están los datos y desde luego la penosa campaña electoral -en clave de política estrictamente nacional- que han hecho principalmente los dos grandes partidos de la oposición, no ha ayudado a mejorar las cosas pero, sea como fuere, si las urnas no se llenan de votos y gana la abstención, al final todos harán de su capa un sayo y los perdedores seremos los ciudadanos.

Podemos votar a cualquier opción política para tener una participación plena o incluso podemos votar en blanco y así aplaudiremos a la democracia y rechazaremos a los torpes partidos políticos. Es más, hasta el voto nulo -reflejo del cabreo monumental, aunque no tiene valor- apunta el interés que al menos se ha acudido a las urnas. Sin  embargo, la abstención, a la que algunos están apelando estos días como respuesta al hedor insoportable de la corrupción política, sólo sirve para evidenciar la desafección o el pasotismo, pero a efectos prácticos los poderosos seguirán en su machito y las cosas así no se cambian. Por eso hay razones para que  mañana las urnas se llenen de votos y que la fiesta de la Democracia pueda serlo de verdad.

Esther Esteban

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