miércoles, octubre 2, 2024
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Tic… Tac… Tic… Tac…

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Dicen que todos tenemos un momento en la vida que puede decidir nuestro destino. En la noche de Lisboa así se demostró.

Cuando los atléticos y fieles seguidores contenían la respiración esperando que el sonido agudo y repetitivo de un silbato les transportara al viaje celestial que conduce a los libros de historia, un maldito minuto les devolvió al sendero de los sueños no cumplidos.

Cuando Casillas pensaba que sería titular de las portadas de prensa del día siguiente por sus fallos en la final, un glorioso minuto le hizo estallar en llantos de salvación.

Cuando Simeone reflexionaba en la línea de banda sobre cómo mantener en su sitio sus engominados cabellos tras ser volteado por sus muchachos al conseguir la “orejona”, un perverso minuto le borró de la glorificación universal.

Cuando Florentino Pérez buscaba un sitio donde esconderse para rezar por su entierro del proyecto de millones de euros, un redentor minuto le llevó a abalanzarse sobre el expresidente Aznar como agradecimiento salvador.

Cuando Diego Costa movía con ansiedad en el banquillo su maltrecha pierna en espera del edén, un funesto minuto le devolvió al lloro escondido entre palmas de sus enrabietadas manos.

Cuando los madridistas empezaban ya a pensar en seguir con su: “como no te voy a querer…” terminando con la palabra “novena”, un inverosímil minuto les hace cambiar el final de la rutina de los doce últimos años.

Tic,tac,tic,tac,tic,tac….

Los segundos se apretujan en milésimas, las pulsaciones estallan de topetazo, la sangre se agolpa en borbollón… Es el momento, el minuto que cambia las vidas.

Y ahí está Sergio Romas. Vuela como el águila, gira su cabeza, su respiración se contrae. Un golpe seco, un balón que busca su destino, un cuero redondo que puede cambiar el rumbo de muchas vidas se desplaza en silencio….

Tic, tac, tic, tac….

Millones de ojos siguen con embeleso el vuelo del esférico, los otros millones lo hacen con encogimiento. Silencio.

¡¡¡¡¡ Gol !!!!!

Júbilo, éxtasis. La vida ha cambiado para muchos.

Tristeza, desesperación, la existencia ya no es la misma para los otros, o sí. Una vez más los colchoneros se quedan en puertas de un sueño, como hace 40 años en Bruselas, para ellos “la vida sigue igual”, como entonara Julio Iglesias al inicio de su eterna juventud. Y se van sollozando, camuflados en sus bufandas bicolores. Gimotean, pero están orgullosos. Y lo deben estar. Representan a esos jugadores luchadores  que han llevado el espíritu competitivo a su máximo exponente. Gloria pues a los atléticos… pero a ellos ese fatídico minuto no les ha cambiado la vida.

¡Décima!

Es el nuevo grito de los que han cambiado su vida en 60 segundos. Su existencia ya es otra, es la savia de la décima.

Ahí están en su nueva vida. Sergio Ramos es el reluciente héroe blanco. Casillas apura el sorbo de la eterna juventud. Cristiano busca sitio en el fitness universal. Bale acomoda su espigada figura para ser líder en la próxima temporada blanca y Benzema busca iglesias donde poner velas a todos los santos para que su jefe y amigo Florentino no le obligue a cambiar de aires. El minuto ha trocado sus vidas. Ya lo dijo en Lisboa el presidente blanco: “un minuto ha cambiado mi vida”.

Esa es la suerte de los elegidos, pero yo debo ser vulgar caminante en suelo hispano. Mi vida no ha cambiado en ese minuto, bueno, sí, en esos instantes mi hija pequeña se hizo atlética al ver la tristeza de los perdedores y tuve que consolarla. “Pero si no lloro, papá”, me replicó con sano orgullo, “estoy feliz en este nuevo mundo”. Y callé. Miré mi reloj, se había parado. Las manecillas dejaron de moverse cuando marcaban las 22 horas y 41 minutos del sábado 24 de mayo. ¡Qué casualidad! Justo cuando Sergio Ramos marcó el gol que dio paso a la Décima.

¿Será que el minuto que cambiará mi vida está todavía por llegar?

JA Ovies

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